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DON QUIJOTE.

llas, guardando un maravilloso silencio? ¿Qué el traerle tanta diferencia de manjares, tan sabrosamente guisados, que no sabe el apetito á cual deba de alargar la mano? ¿Cuál será oir la música, que en tanto que come, suena, sin saber quien la canta ni adonde suena? ¿Y despues de la comida acabada y las mesas alzadas, quedarse el caballero recostado sobre la silla, y quizá mondándose los dientes, como es costumbre, entrar á deshora por la puerta de la sala otra mucho mas hermosa doncella que ninguna de las primeras, y sentarse al lado del caballero, y comenzar á darle cuenta de qué castillo es aquel, y de como ella está encantada en él, con otras cosas que suspenden al caballero, y admiran á los leyentes que van leyendo su historia? No quiero alargarme mas en esto, pues dello se puede colegir, que cualquiera parte que se lea de cualquiera historia de caballero andante, ha de causar gusto y maravilla á cualquiera que la leyese: y vuestra merced créame, y como otra vez le he dicho, lea estos libros, y verá como le destierran la melancolía que tuviere, y le mejoran la condicion, si acaso la tiene mala. De mí sé decir, que despues que soy caballero andante, soy valiente, comedido, liberal, bien criado, generoso, cortés, atrevido, blando, paciente, sufridor de trabajos, de prisiones, de encantos, y aunque ha tan poco tiempo que me vi encerrado en una jaula como loco, pienso por el valor de mi brazo, favoreciéndome el cielo, y no me siendo contraria la fortuna, en pocos dias verme rey de algun reino, adonde pueda mostrar el agradecimiento y liberalidad que mi pecho encierra: que mia fe, señor, el pobre está inhabilitado de poder mostrar la virtud de liberalidad con ninguno, aunque en sumo grado la posea, y el agradecimiento que solo consiste en el deseo, es cosa muerta, como es muerta la fe sin obras. Por esto querria, que la fortuna me ofreciese presto alguna ocasion, donde me hiciese emperador, por mostrar mi pecho, haciendo bien á mis amigos, especialmente á este pobre de Sancho Panza mi escudero, que es el mejor hombre del mundo, y querroa darle un condado que le tengo muchos dias ha prometido: sino que temo que no ha de tener habilidad para gobernar su estado. Casi estas últimas palabras oyó Sancho á su amo, á quien dijo: Trabaje vuestra merced, señor Don Quijote, en darme ese condado tan prometido de vuestra merced, como de mí esperado, que yo le prometo que no me falte á mí habilidad para gobernarle: y cuando me faltare, yo he oido decir, que hay hombres en el mundo, que toman en arrendamiento los estados de los señores, y les dan un tanto cada