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CAPÍTULO I.

la vuestra grandeza[1]. Con estas y semejantes razones perdia el pobre caballero el juicio, y desvelábase por entenderlas y desentrañarles el sentido, que no se lo sacara ni las entendiera el mesmo Aristóteles, si resucitara para solo ello. No estaba muy bien con las heridas que D. Belianis daba y recibia, porque se imaginaba que por grandes maestros que le hubiesen curado, no dejaria de tener el rostro y todo el cuerpo lleno de cicatrices y señales; pero con todo, alababa en su autor aquel acabar su libro con la promesa de aquella inacabable aventura, y muchas veces le vino deseo de tomar la pluma, y dalle fin al pié de la letra como allí se promete; y sin duda alguna lo hiciera, y aun saliera con ello, si otros mayores y continuos pensamientos no se lo estorbaran. Tuvo muchas veces competencia con el cura de su lugar (que era hombre docto, graduado en Sigüenza) sobre cuál habia sido mejor caballero, Palmerin de Inglaterra, ó Amadis de Gaula; mas Maese Nicolas, barbero del mesmo pueblo, decia que ninguno llegaba al caballero del Febo, y que si alguno se le podia comparar, era D. Galaor, hermano de Amadis de Gaula, porque tenia muy acomodada condicion para todo: que no era caballero melindroso, ni tan lloron como su hermano, y que en lo de la valentía no le iba en saga. En resolucion, él se enfrascó tanto con su letura, que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro, y los dias de turbio en turbio; y así del poco dormir y del mucho leer se le secó el celebro de manera, que vino á perder el juicio. Llenósele la fantasía de todo aquello que leia en los libros, así de encantamentos, como de pendencias, batallas, desafios, heridas, requiebros, amores, tormentas y disparates imposibles; y asentósele de tal modo en la imaginacion que era verdad toda aquella máquina de aquellas soñadas invenciones que leia, que para él no habia otra historia mas cierta en el mundo. Decia él que el Cid Rui Diaz habia sido muy buen caballero; pero que no tenia que ver con el caballero de la Ardiente Espada, que de solo un reves habia partido por medio dos fieros y descomunales gigantes: mejor estaba con Bernardo del Carpio, porque en Roncesvalles habia muerto á Roldan el encantado, valiéndose de la industria de Hércules, cuando ahogó á Anteon el hijo de la Tierra entre los brazos. Decia mucho bien del gigante Morgante, porque

  1. Los libros que tan bien parecian á Don Quijote, se intitulan: La Corónica de los muy valientes caballeros D. Florisel de Niquea, y el fuerte Anaxártes.... Emendada del estilo antiguo segun que la escribió Zirfea, reina de Argines, por el noble caballero Feliciano de Silva. Zaragoza 1584. fol.
TOMO I.
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