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CAPÍTULO XLVIII.

traza y siguen la fábula como el arte pide, no sirven sino para cuatro discretos que las entienden, y todos los demas se quedan ayunos de entender su artificio, y que á ellos les está mejor ganar de comer con los muchos, que no opinion con los pocos: deste modo vendrá á ser mi libro al cabo de haberme quemado las cejas por guardar los preceptos referidos, y vendré á ser el sastre del cantillo: y aunque algunas veces he procurado persuadir á los actores, que se engañan en tener la opinion que tienen, y que mas gente atraerán, y mas fama cobrarán representando comedias que sigan el arte, que no con las disparatadas, ya están tan asidos y encorporados en su parecer, que no hay razon ni evidencia que dél los saque. Acuerdóme que un dia dije á uno destos pertinaces: Decidme, ¿no os acordais que ha pocos años, que se representaron en España tres tragedias que compuso un famoso poeta de estos reinos, las cuales fueron tales, que admiraron, alegraron y suspendieron á todos cuantos las oyeron, así simples como prudentes, así del vulgo como de los escogidos, y dieron mas dineros á los representantes ellas tres solas, que treinta de las mejores que despues acá se han hecho? —¿Sin duda, respondió el actor que digo, que debe de decir vuestra merced por La Isabela, La Fílis y La Alejandra[1]? —Por esas digo, le repliqué yo, y mirad si guardaban bien los preceptos del arte, y si por guardarlos dejaron desparecer lo que eran, y de agradar á todo el mundo: así, que no está, la falta en el vulgo que pide disparates, sino en aquellos que no saben representar otra cosa. Sí que no fué disparate La Ingratitud vengada[2] ni le tuvo La Numancia[3], ni se le halló en la del Mercader amante[4], ni menos en La Enemiga favorable[5], ni en otras algunas, que de algunos entendidos poetas han sido compuestas para fama y renombre suyo, y para ganancia de los que las han representado: y otras cosas añadí á estas, con que á mi parecer le dejé algo confuso; pero no satisfecho, ni convencido, para sacarle de su errado pensamiento.

En materia ha tocado vuestra merced, señor Canónigo, dijo á esta sazon el Cura, que ha despertado en mí un antiguo rancor que tengo con las comedias que agora se usan, tal que iguala

  1. El autor de estas tragedias fué Lupercio Leonardo y Argeneola, natural de Barbastro, secretario da la emperatriz Doña María, cuando vivia retirada en el convento de las descalzas reales de Madrid.
  2. Comedia de Lope de Vega.
  3. Comedia, é por mejor decir, tragedia del mismo Cervantes, de que hace mencion en el prólogo de sus Comedias y que se publicó con el Viage del Parnaso año de 1784, donde se ecsamina.
  4. De Gaspar de Avila, ingenio valenciano, mayordomo del duque de Gandia.
  5. Escribióla Francisco Tarrega, canónigo de Valencia.