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DON QUIJOTE.

cabeza, que á no desviarse el cuadrillero, se le dejara allí tendido: el lanzon se hizo pedazos en el suelo, y los demas cuadrilleros, que vieron tratar mal á su compañero, alzaron la voz pidiendo favor á la Santa Hermandad. El ventero, que era de la cuadrilla, entró al punto por su varilla y por su espada, y se puso al lado de sus compañeros: los criados de Don Luis rodearon á Don Luis, porque con el alboroto no se les fuese. El barbero, viendo la casa revuelta, tornó ó asir de su albarda, y lo mismo hizo Sancho. Don Quijote puso mano á su espada, y arremetió á los cuadrilleros, Don Luis daba voces á sus criados que le dejasen á él y acorriesen á Don Quijote, y á Cardenio, y á Don Fernando, que todos favorecian á Don Quijote. El Cura daba voces, la ventera gritaba, su hija se afligia, Maritórnes lloraba, Dorotea estaba confusa, Luscinda suspensa, y Doña Clara desmayada. El barbero aporreaba á Sancho, Sancho molia al barbero, Don Luis, á quien un criado suyo se atrevió á asirle del brazo porque no se fuese, le dió una puñada que le bañó los dientes en sangre, el Oidor le defendia. Don Fernando tenia debajo de sus pies á un cuadrillero, midiéndole el cuerpo con ellos muy á su sabor. El ventero tornó á reforzar la voz, pidiendo favor á la Santa Hermandad: de modo que toda la venta era llantos, voces, gritos, confusiones, temores, sobresaltos, desgracias, cuchilladas, mogicones, palos, coces y efusion de sangre: y en la mitad deste caos, máquina y laberinto de cosas, se le representó en la memoria á Don Quijote, que se veia metido de hoz y de coz en la discordia del campo de Agramante, y así dijo con voz que atronaba la venta: Ténganse todos, todos envainen, todos se sosieguen, óiganme todos, si todos quieren quedar con vida. Á cuya gran voz todos se pararon, y él prosiguió diciendo: No os dije yo, señores, que este castillo era encantado, y que alguna region de demonios debe de habitar en él? En confirmacion de lo cual quiero que veais por vuestros ojos, como se ha pasado aquí y trasladado entre nosotros la discordia del campo de Agramante. Mirad como allí se pelea por la espada, aquí por el caballo, acullá por el águila, acá por el yelmo, y todos peleamos, y todos no nos entendemos: venga pues, vuestra merced, señor Oidor, y vuestra merced, señor Cura, y el uno sirva de rey Agramante, y el otro de rey Sobrino, y pónganos en paz, porque por Dios todopoderoso, que es gran bellaquería, que tanta gente principal como aquí estamos, se mate por causas tan livianas. Los cuadrilleros, que no entendian el frásis de Don Quijote, y se veian mal parados de Don