que el de su mucha virtud, subió á ser capitan de infantería, y á verse en camino y predicamento de ser presto maestre de campo; pero fuele la fortuna contraria, pues donde la pudiera esperar y tener buena, allí la perdió con perder la libertad en la felicísima jornada donde tantos la cobraron, que fué en la batalla de Lepanto: yo la perdí en la Goleta, y despues por diferentes sucesos nos hallamos camaradas en Constantinopla. Desde allí vino á Argel, donde sé que le sucedió uno de los mas estraños casos que en el mundo han sucedido. De aquí fué prosiguiendo el Cura, y con brevedad sucinta contó lo que con Zorayda á su hermano habia sucedido. A todo lo cual estaba tan atento el oidor, que ninguna vez habia sido tan oidor como entonces. Solo llegó el Cura al punto de cuando los franceses despojaron á los cristianos que en la barca venian, y la pobreza y necesidad en que su camarada y la hermosa mora habian quedado: de los cuales no habia sabido en qué habian parado, ni si habian llegado á España, ó llevádolos los franceses á Francia. Todo lo que el Cura decia, estaba escuchando algo de allí desviado el capitan, y notaba todos los movimientos que su hermano hacia: el cual viendo que ya el Cura habia llegado al fin de su cuento, dando un grande suspiro y llenándose los ojos de agua, dijo: ¡O señor, si supiésedes las nuevas que me habeis contado, y cómo me tocan tan en parte que me es forzoso dar muestras dello con estas lágrimas, que contra toda mi discrecion y recato me salen por los ojos! Ese capitan tan valeroso que decis, es mi mayor hermano, el cual como mas fuerte y de mas altos pensamientos que yo, ni otro hermano menor mio, escogió el honroso y digno ejercicio de la guerra, que fué uno de los tres caminos que nuestro padre nos propuso, segun os dijo vuestra camarada, en la conseja que á vuestro parecer le oístes. Yo seguí el de las letras, en las cuales Dios y mi diligencia me han puesto en el grado que me veis. Mi menor hermano está en el Pirú, tan rico, que con lo que ha enviado á mi padre y á mi, ha satisfecho bien la parte que él se llevó, y aun dado á las manos de mi padre con que poder hartar su liberalidad natural: y yo ansimesmo he podido con mas decencia y autoridad tratarme en mis estudios, y llegar al puesto en que me veo. Vive aun mi padre muriendo, con el deseo de saber de su hijo mayor, y pide á Dios con continuas oraciones, no cierre la muerte sus ojos, hasta que él vea con vida á los de su hijo: del cual me maravillo, siendo tan discreto, como en tantos trabajos y aflicciones, ó prósperos sucesos se haya descuidado de dar noticia de sí á
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DON QUIJOTE.