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DON QUIJOTE.

municiones y pertrechos de guerra, y con tantos gastadores, que con las manos y á puñados de tierra pudieran cubrir la goleta y el fuerte. Perdióse primero la goleta, tenida hasta entonces por inespugnable, y no se perdió por culpa de sus defensores, los cuales hicieron en su defensa todo aquello que debian y podian, sino porque la esperiencia mostró la facilidad con que se podian levantar trincheras en aquella desierta arena, porque á dos palmos se hallaba agua, y los turcos no la hallaron á dos varas, y así con muchos sacos de arena levantaron las trincheras tan altas, que sobrepujaban las murallas de la fuerza, y tirándoles á caballero ninguno podia parar, ni asistir á la defensa. Fué comun opinion, que no se habian de encerrar los nuestros en la goleta, sino esperar en campaña al desembarcadero, y los que esto dicen hablan de lejos y con poca esperiencia de casos semejantes, porque si en la goleta y en el fuerte apenas habia siete mil soldados, ¿cómo podia tan poco número, aunque mas esforzados fuesen, salir á la campaña, y quedar en las fuerzas contra tanto como era el de los enemigos? ¿Y cómo es posible dejar de perderse fuerza que no es socorrida, y mas cuando la cercan enemigos muchos y porfiados, y en su mesma tierra? Pero á muchos les pareció, y así me pareció á mí, que fué particular gracia y merced que el cielo hizo á España, en permitir que se asolase aquella oficina y capa de maldades, y aquella gomia, ó esponja y polilla de la infinidad de dineros que allí sin provecho se gastaban, sin servir de otra cosa que de conservar la memoria de haberla ganado la felicisíma del invictísimo Carlos V, como si fuera menester para hacerla eterna, como lo es y será, que aquellas piedras la sustentaran. Perdióse también el fuerte, pero fuéronle ganando los turcos palmo á palmo, porque los soldados que lo defendian, pelearon tan valerosa y fuertemente, que pasaron de veinte y cinco mil enemigos los que mataron en veinte y dos asaltos generales que les dieron. Ninguno cautivaron sano de trescientos que quedaron vivos, señal cierta y clara de su esfuerzo y valor, y de lo bien que se habian defendido y guardado sus plazas.

Rindióse apartido un pequeño fuerte, ó torre que estaba en mitad del Estaño á cargo de Don Juan Zanoguera, caballero valenciano y famoso soldado[1]. Cautivaron á Don Pedro Puertocarrero, general de la goleta, el cual hizo cuanto fué posible por defender su fuerza, y sintió tanto el haberla perdido, que de pesar murió en el

  1. El Estaño no solo era una isla, sino que fué el antiguo puerto de Cartago.