Página:El ingenioso hidalgo Don Quijote del Mancha.djvu/462

Esta página ha sido corregida
308
DON QUIJOTE.

mucha priesa llena de congoja y donaire: No, no Zorayda: María, María, dando á entender que se llamaba María y no Zorayda. Estas palabras y el grande afecto con que la mora las dijo, hicieron derramar mas de una lágrima á algunos de los que la escucharon, especialmente á las mugeres que de su naturaleza son tiernas y compasivas. Abrazóla Luscinda con mucho amor, diciéndole: Si, si, María, María: á lo cual respondió la mora: Si, si María: Zorayda, macange, que quiere decir, no. Ya en esto llegaba la noche, y por órden de los que venian con Don Fernando, habia el ventero puesto diligencia y cuidado en aderezarles de cenar lo mejor que á él le fué posible. Llegada pues la hora, sentáronse todes á una larga mesa como de tinelo, porque no la habia redonda, ni cuadrada en la venta, y dieron la cabecera y principal asiento, puesto que el lo rehusaba, á Don Quijote, el cual quiso que estuviese á su lado la señora Micomicona, pues él era su guardador. Luego se sentaron Luscinda y Zorayda, y frontero dellas Don Fernando y Cardenio, y luego el cautivo, y los demas caballeros, y al lado de las señoras, el cura y el barbero: y así cenaron con mucho contento, y acrecentóseles mas, viendo que dejando de comer Don Quijote, movido de otro semejante espíritu que el que le movió á hablar tanto como habló cuando cenó con los cabreros, comenzó á decir: Verdaderamente si bien se considera, señores mios, grandes é inauditas cosas ven los que profesan la órden de la andante caballería. Si no ¿cuál de los vivientes habrá en el mundo, que ahora por la puerta deste castillo entrara, y de la suerte que estamos nos viera, que juzgue y crea que nosotros somos quien somos? ¿Quién podrá decir, que esta señora que está á mi lado, es la gran reina que todos sabemos, y que yo soy aquel caballero de la Triste Figura que anda por ahí en boca de la fama? Ahora, no hay que dudar, sino que esta arte y ejercicio escede á todas aquellas y aquellas que los hombres inventaron, y tanto mas se ha de tener en estima, cuanto á mas peligros está sujeto. Quítenseme delante los que dijeren que las letras hacen ventaja á las armas, que les diré, y sean quien se fueren, que no saben lo que dicen: porque la razon que los tales suelen decir, y á lo que ellos mas se atienen, es que los trabajos del espíritu esceden á los del cuerpo, y que las armas solo con el cuerpo se ejercitan, como si fuese su ejercicio oficio de ganapanes, para el cual no es menester mas de buenas fuerzas, ó como si en esto que llamamos armas los que las profesamos, no se encerrasen los actos de la fortaleza, los cuales piden para eje-