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CAPÍTULO XXXVII.

valeroso é invencible brazo, que siempre he tenido. Así que, señor mio, vuestra bondad vuelva la honra al padre que me engendró, y téngale por hombre advertido y prudente, pues con su ciencia halló camino tan fácil y tan verdadero para remediar mi desgracia, que yo creo que si por vos, señor, no fuera, jamas acertara á tener la ventura que tengo, y en esto digo tanta verdad, como son buenos testigos della los mas de estos señores que están presentes: lo que resta es, que mañana nos pongamos en camino; porque ya hoy se podrá hacer poca jornada, y en lo demas del buen suceso que espero, lo dejaré á Dios y al valor de vuestro pecho. Esto dijo la discreta Dorotea, y en oyéndolo Don Quijote se volvió á Sancho, y con muestras de mucho enojo, le dijo: Ahora te digo Sanchuelo, que eres el mayor beyacuelo que hay en España: dime, ladron vagamundo, ¿no me acabaste de decir ahora, que esta princesa se habia vuelto en una doncella que se llamaba Dorotea, y que la cabeza, que entiendo que corté á un gigante, era la puta que te parió con otros disparates que me pusieron en la mayor confusion, que jamás he estado en todos los dias de mi vida? Voto . . . . (y miró al cielo, y apretó los dientes) que estoy por hacer un estrago en tí, que ponga sal en la mollera á todos cuantos mentirosos escuderos hubiere de caballeros andantes de aquí adelante en el mundo. Vuestra merced se sosiegue, señor mio, respondió Sancho, que bien podria ser que yo me hubiese engañado en lo que toca á la mutacion de la señora princesa Micomicona; pero en lo que toca á la cabeza del gigante, ó á lo menos á la horadacion de los cueros, y á lo de ser vino tinto la sangre, no me engaño, vive Dios, porque los cueros allí están heridos á la cabecera del lecho de vuestra merced, y el vino tinto tiene hecho un lago el aposento: y si no, al freir de los huevos lo verá, quiero decir, que lo verá cuando aquí su merced del señor ventero le pida el menoscabo de todo: de lo demas, de que la señora reina se esté como se estaba, me regocijo en el alma, porque me va mi parte, como á cada hijo de vecino. —Ahora yo te digo, Sancho, dijo Don Quijote, que eres un mentecato, y perdóname, y basta. —Basta dijo, Don Fernando, y no se hable mas en esto, y pues la señora princesa dice, que se camine mañana porque ya hoy es tarde, hágase así, y esta noche la podremos pasar en buena conversacion hasta el venidero dia, donde todos acompañaremos al señor Don Quijote, porque queremos ser testigos de las valerosas é inauditas hazañas, que ha de hacer en el discurso desta grande empresa que á su cargo lleva. —Yo soy el que tengo