que se han ido conservando por el mediodia de la Francia, con el nombre de Juegos Florales. Habiendo canonizado Paulo V en 1614, la ínclita Santa Teresa de Jesus, se propuso para asunto del certámen el triunfo de aquella heroína claustral; y Lope de Vega era uno de los jueces. Habia que cantar los écstasis de la Santa, al remedo de la oda llamada cancion castellana, y con el metro de la primera égloga de Garcilaso de la Vega: El dulce lamentar de dos pastores. Acudieron todos los escritores de nombradía, y Cervantes, constituido poeta lirico á los setenta y siete años, envió tambien su oda, que, sin ganar el premio, se imprimió entre las mas aventajadas en la Relacion de las funciones que tributó la España toda en obsequio de su esclarecida hija.
También salió á luz en el mismo año la segunda parte del Quijote.
Se hallaba ésta muy adelantada; y Cervantes, que la tenia anunciada en el prólogo de sus Novelas, la trabajaba con ahinco, cuando á mediados del año de 1614 apareció en Tarragona una continuacion de la primera parte, como parto del licenciado Alonso Fernandez de Avellaneda, natural de Tordesillas.
Este era un nombre postizo, bajo el cual se encubria aquel plagiario descocado, que, en vida del autor primitivo, le defraudaba del título y del asunto de su libro. No ha sido dable desenmarañar su verdadero nombre, pero se conceptúa positivo, por las pesquisas de Mayans, del P. Murillo y de Pellicer, que era un aragonés, dominico del convento de predicadores de Zaragoza y uno de los autores de comedias á quienes tan chistosamente habia motejado Cervantes en la primera parte del Quijote. A fuer de salteador que moteja á sus despojados, el supuesto Avellaneda encabezaba su libro vaciando la hiel de un pecho todo carcomido de zelos rencorosos, y descargando sobre Cervantes soeces desvergüenzas. Tratábale de manco, viejo, adusto, envidioso y calumniador; le tildaba sus desventuras, su encarcelamiento y su desamparo; le tachaba en fin, de carecer de ingenio y de agudeza, y se jactaba de privarle del despacho de su segunda parte. Cuando el libro llegó á manos de Cervantes, cuando vió tanto baldon encabezando un aborto insulso, pedantesco y torpe, amostazado con aquel descoco, trató de prorrumpir en un desagravio competente, y se atropelló para acabar su libro en términos que los últimos capítulos adolecen de azoramiento. Mas quiso que fuese cabal el parangon entre ambas obras. Al dedicar sus comedias al conde de Lémos, á principios de 1615, le decia: “Queda Don Quijote con las espuelas calzadas para ir á besar los piés á Vuestra Escelencia. Llegará algo mal trecho, por haberle descaminado y ofendido en Tarragona; sin embargo, ha sacado certificacion formal para que conste que el contenido en esta historia no es él, sino un intruso que quiso ser él y no lo pudo conseguir.” Hizo mas Cervantes, pues en el mismo testo del Quijote (prólogo y cap. 59) contestó á los torpes denuestos de su plagiario, sin dignarse no obstante pronunciar su verdadero nombre, con escarnios primorosos y satirillas áticas, sobreponiéndosele igualmente con el garboso señorío de su conducta y lo perfecto de su composicion. Mas para apear á los Avellanedas venideros de todo intento de nuevas profanaciones, acompañó por esta vez su héroe hasta la huesa; le recibió el testamento, la confesion y el postrer aliento, lo enterró, lo rotuló con su epitafio, y pudo esclamar con fundado y sublime engreimiento: Aquí Cide Hamete dijo á su pluma: “Aquí quedarás colgada desta espetera..... peñola mia, á donde vivirás largos siglos, si presuntuosos y malandrines historiadores no te descuelgan para profanarte.”
Hay que hacer aquí alto para ecsaminar el Quijote, no en sus antecedentes y en su orígen, sino en sí mismo, para conceptuar al fin bajo su principal realce este libro inmortal, la obra mas grandiosa de su autor y de su patria.
Montesquieu hace que Rica diga (Cartas Persianas, núm. 78): “Los españoles tan solo tienen un libro de provecho, y es el que ridiculiza á todos los demás.” Esta es una de las chanzonetas donosas y ecsageradas que halagan con su demasía, y que no deben tomarse con formalidad. ¿Quién se ha amostazado en Francia por lo que dice Rica al fin de la misma carta: “Por lo visto, los franceses, mal opinados para sus vecinos, emparedan algunos locos para dar á entender que no lo son los que están fuera?” Ambas chanzonetas, en mi concepto, corren parejas. No obstante la definicion que apunta Montesquieu el Quijote, no es esacta. Si no tuviese mas realce que el de ir zumbando las novelas caballerescas, poco les sobreviviera, pues despachada su faena, quedara tan enterrado el vencedor como los vencidos. ¿Vamos ahora por ventura tras la befa de Amadíses, Esplandianes, Platires y Don Kirieleisones? Por supuesto que Cervantes conceptuaba por uno de sus méritos el de aventar aquella disparatada y aciaga literatura, y bajo este respecto su obra es un rasgo de moralidad que está hermanando las dos prendas preeminentes de la verdadera comedia, esto es, enmendar embelesando; mas el Quijote tiene otro primor que el de satirizar novelas añejas, y por lo mismo trato de apuntar las varias trasformaciones que