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CAPÍTULO XXXVI.
á su salvo, por estar el monasterio en el campo buen trecho fuera del pueblo: dijo que así como Luscinda se vió en su poder, perdió todos los sentidos, y que despues de vuelta en sí no habia hecho otra cosa sino llorar y suspirar, sin hablar palabra alguna; y que así acompañados de silencio y de lágrimas habian llegado á aquella venta, que para él era haber llegado al cielo, donde se rematan y tienen fin todas las desventuras de la tierra.
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