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CAPÍTULO XXXV.

puedes imaginar. —Dilas luego, dijo Anselmo, si no muerta eres. — Por ahora será imposible, dijo Leonela, segun estoy de turbada, déjame hasta mañana, que entonces sabrás de mí lo que te ha de admirar: está seguro que el que saltó por esta ventana es un mancebo desta ciudad, que me ha dado la mano de ser mi esposo. Sosegóse con esto Anselmo, y quiso aguardar el término que se le pedia, porque no pensaba oir cosa que contra Camila fuese, por estar de su bondad tan satisfecho y seguro; y así se salió del aposento y dejó encerrada en él á Leonela, diciéndole que de allí no saldria hasta que le dijese lo que tenia que decirle. Fué luego á ver á Camila, y á decirle, como le dijo, todo aquello que con su doncella le habia pasado, y la palabra que le habia dado de decirle grandes cosas y de importancia. Si se turbó Camila ó no, no hay para que decirlo, porque fué tanto el temor y espanto que cobró, creyendo verdaderamente (y era de creer) que Leonela habia de decir á Anselmo todo lo que sabía de su poca fe, que no tuvo ánimo para esperar si su sospecha salia faIsa ó no; y aquella mesma noche, cuando le pareció que Anselmo dormia, juntó las mejores joyas que tenia y algunos dineros, y sin ser de nadie sentida, salió de casa y se fué á la de Lotario, á quien contó lo que pasaba, y le pidió que la pusiese en cobro, ó que se ausentasen los dos donde de Anselmo pudiesen estar seguros. La confusion en que Camila puso á Lotario, fué tal, que no le sabía responder palabra, ni menos sabia resolverse en lo que haria. En fin, acordó de llevar á Camila á un monasterio, en quien era priora una su hermana. Consintió Camila en ello, y con la presteza que el caso pedia, la llevó Lotario y la dejó en el monasterio, y él ansimesmo se ausentó luego de la ciudad, sin dar parte á nadie de su ausencia. Cuando amaneció, sin echar de ver Anselmo que Camila faltaba de su lado, con el deseo que tenia de saber lo que Leonela queria decirle, se levantó y fué adonde la habia dejado encerrada: abrió y entró en el aposento; pero no halló en él á Leonela, solo halló puestas una sábanas añudadas á la ventana, indicio y señal que por allí se habia descolgado é ido: volvió luego muy triste á decírselo á Camila, y no hallándola en la cama, ni en toda la casa, quedó asombrado: preguntó á los criados de casa por ella, pero nadie le supo dar razon de lo que pedía: acertó acaso, andando á buscar á Camila, que vió [1] sus cofres abiertos y que dellos faltaban las mas de sus joyas, y

con esto acabó de caer en la cuenta de su desgracia, y en que no

  1. A ver.