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DE CERVANTES.

jada de aquel turbion de amor propio disparado contra su nombradía; mas lo que no pudo menos de lastimar su pecho afectuoso fué el desvió de algunos amigos, de aquellos á lo menos que lo son tan solo con el bien entendido de que no se ha de pujar á su nivel, pues el descollar sobre ellos es un delito irremisible. Me pesa el tener que citar á Vicente Espinel, novelista, poeta y músico, que compuso el Marcos de Obregon, que inventó la estancia nombrada espinela antes de llamarse décima, y que puso la quinta á la vihuela. Por lo demas, fuera preeminencia sin par la de Cervantes, si no hubiese esperimentado esos pócimas que acibaran los mas esclarecidos triunfos. Me bastará haberlos apuntado, pues bajo el supuesto de ser inevitables, puedo ya desentenderme de mencionarlos en lo sucesivo.

Coincidió la publicacion del Quijote con el nacimiento de Felipe IV en Valladolid el 8 de Abril de 1605. Había ido el año anterior á Inglaterra el condestable de Castilla, Don Juan Fernandez de Velasco, á negociar la paz. Jacobo I, en pago de aquel obsequio, envió al almirante Cárlos Howard, para presentar el tratado de paz á la ratificacion del rey de España y cumplimentarle por el nacimiento de su hijo. Desembarcó Howard en la Coruña con seiscientos ingleses, y entró el 26 de Mayo de 1605 en Valladolid, donde se le agasajó con todo el boato ostentoso de la corte de España. Entre las solemnidades religiosas, las corridas de toros, los saraos de máscara, las evoluciones militares, las justas en que el mismo rey corrió la sortija, y todas las funciones que se tributaron al almirante, se cita un banquete en que se sirvieron hasta mil y doscientos platos de carne y pescado, fuera del ramillete y los manjares que no tuvieron cabida. Mandó escribir el duque de Lerma una Relacion de las funciones, y se imprimió en Valladolid aquel mismo año. Se cree que su autor fué Cervantes, ó á lo menos parece que lo comprueba un soneto de Góngora, testigo presencial [1].

Después de aquellos regocijos sobrevino un acontecimiento aciago que trastornó en gran manera á la familia de Cervantes: encarceláronle por tercera vez. Un caballero de Santiago, llamado Don Gaspar de Ezpeleta, quiso atravesar de noche, el 27 de Junio de 1605, un puente de madera sobre el rio Esgueva, y lo atajó un desconocido. Se trabó pendencia, y empuñando entrambos campeones la espada, quedó traspasado Don Gaspar con varias heridas; pidió socorro y se refugió todo ensangrentado en una casa inmediata. Habitaba en una de las dos viviendas del primer piso de la casa Doña Luisa de Montoya, viuda del cronista Estévan de Garibay, con sus dos hijos, y en la otra Cervantes con su familia. A los alaridos del paciente, acudió Cervantes con uno de los hijos de la vecina, y hallaron á Don Gaspar tendido en el soportal, con la espada en una mano y la rodela en la otra, y lo trasladaron á casa de la viuda de Garibay, donde espiró á los dos dias. Entabló luego sus pesquisas el alcalde de casa y corte Don Cristóbal de Villaroel, y recibió las declaraciones de Cervantes, de su muger Doña Catalina de Palacios Salazar, de su hija natural Doña Isabel de Saavedra, de edad de veinte años, de su hermana Doña Andrea de Cervantes, viuda, con una hija de veinte y ocho años, llamada Doña Constanza de Ovando; de una monja, que se dice igualmente hermana de Cervantes; de la criada María de Ceballos, y en fin, de dos amigos que se hallaban en la casa, el señor de Cigales, y un portugues llamado Simon Mendez. Suponiendo á tuertas ó á derechas que Don Gaspar de Ezpeleta habia fenecido por galanteos con la hija ó la sobrina de Cervantes, prendió el juez á todas estas con Cervantes mismo; y tras interrogatorios, audiencias de testigos y afianzamientos, los puso en libertad á los diez dias. Por las deposiciones que mediaron en aquel aciago lance, se comprueba que á la sazon, y para sostener el peso de cinco mugeres que tenia á su cargo, se dedicaba todavía Cervantes á ciertas agencias, y alternaba su ejercicio de literatura con el afan mentecato, pero mas productivo, de los negocios.

Se deja discurrir que Cervantes seguiria la corte, en 1606, y se avecindaría en Madrid, donde estaba mas cerca de sus parientes de Alcalá, y de los de su muger en Esquivias, y en mejor proporcion para sus tareas literarias y sus agencias forenses. Consta innegablemente que en Junio de 1609, vivía en la calle de la Magdalena; poco despues á espaldas del colegio de Nuestra Señora de Loreto; en Junio de 1610, en la calle del Leon núm. 9; en 1614, en la de las Huertas, despues en la del Duque de Alba, esquina de la de San Isidro, de donde lo despidieron, y en

TOMO I. C
  1. Este es el soneto de Góngora:

     ‟Parió la Reina: el luterano vino
    Con seiscientos hereges y heregías:
    Gastamos un millon en quince dias
    En darles joyas, hospedage y vino.
     Hicimos un alarde ó desatino,
    Y unas fiestas que fueron tropelías,
    Al ánglico legado y sus espías
    Del que juró la paz sobre Calvino.
     Bautizamos al niño Dominico
    Que nació para serlo en las Españas:
    Hicimos un sarao de encantamiento:
     Quedamos pobres, fué Lutero rico;
    Mandáronse escribir estas hazañas
    A Don Quijote, á Sancho y su jumento.”