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CAPÍTULO XXXIV.

de responder, pues no son dificultades las que te pregunto. No era tan ignorante Lotario, que desde el primer punto que Camila le dijo que hiciese esconder á Anselmo, no hubiese dado en la cuenta de lo que ella pensaba hacer, y así correspondió con su intencion tan discretamente y tan á tiempo, que hicieran los dos pasar aquella mentira por mas que cierta verdad. Y así respondió á Camila desta manera: No pensé yo, hermosa Camila, que me llamabas para preguntarme cosas tan fuera de la intencion con que yo aquí vengo: si lo haces por dilatarme la prometida merced, desde mas lejos pudieras entretenerla, porque tanto mas fatiga el bien deseado, cuanto la esperanza está mas cerca de poseello; pero, porque no digas que no respondo á tus preguntas, digo que conozco á tu esposo Anselmo, y nos conocemos los dos desde nuestros mas tiernos años, y no quiero decir lo que tú también sabes de nuestra amistad por no hacerme testigo del agravio que el amor hace que le haga: poderosa disculpa de mayores yerros. A tí te conozco y tengo en la misma posesion que él te tiene, que á no ser así, por menos prendas que las tuyas no habia yo de ir contra lo que debo á ser quien soy, y contra las santas leyes de la verdadera amistad, ahora por tan poderoso enemigo, como el amor, por mí rompidas y violadas. —Si eso confiesas, respondió Camila, enemigo mortal de todo aquello que justamente merece ser amado, ¿con qué rostro osas parecer ante quien sabes que es el espejo donde se mira aquel en quien tú te debieras mirar para que vieras con cuan poca ocasion le agravias? pero ya caigo, ¡ay desdichada de mí! en la cuenta de quien te ha hecho tener tan poca con lo que á tí mismo debes, que debe de haber sido alguna desenvoltura mia, que no quiero llamarla deshonestidad, pues no habrá procedido de deliberada determinacion, sino de algun descuido de los que las mugeres, que piensan que no tienen de quien recatarse, suelen hacer inadvertidamente. Si no, dime, ¿cuándo, ó traidor, respondí á tus ruegos con alguna palabra ó señal que pudiese despertar en tí alguna sombra de esperanza de cumplir tus infames deseos? ¿cuándo tus amorosas palabras no fueron deshechas y reprendidas de las mias con rigor y con aspereza? ¿cuándo tus muchas promesas y mayores dádivas fueron de mí creídas ni admitidas? pero por parecerme que alguno no puede perseverar en el intento amoroso luengo tiempo, si no es sustentado de alguna esperanza, quiero atribuirme á mí la culpa de tu impertinencia; pues sin duda algún descuido mio ha sustentado tanto tiempo tu cuidado, y así quiero castigarme y darme la pena que tu culpa