poderlo hacer, aquel mismo dia la halló sola. Y ella, así como vió que le podia hablar, le dijo: Sabed, amigo Lotario, que tengo una pena en el corazon, que me le aprieta de suerte, que parece que quiere reventar en el pecho, y ha de ser maravilla si no lo hace; pues ha llegado la desvergüenza de Leonela á tanto, que cada noche encierra á un galan suyo en esta casa, y se está con él hasta el dia, tan á costa de mi crédito, cuanto le quedará campo abierto de juzgarlo al que le viere salir á horas tan inusitadas de mi casa: y lo que me fatiga es que no la puedo castigar ni reñir, que el ser ella secretario de nuestros tratos, me ha puesto un freno en la boca para callar los suyos, y temo que de aquí ha de nacer algun mal suceso. Al principio que Camila esto decia, creyó Lotario que era artificio para desmentille que el hombre que habia visto salir era de Leonela, y no suyo; pero viéndola llorar, y afligirse y pedirle remedio, vino á creer la verdad, y en creyéndola, acabó de estar confuso y arrepentido del todo; pero con todo esto respondió á Camila que no tuviese pena, que él ordenaria remedio para atajar la insolencia de Leonela: díjole asimismo lo que instigado de la furiosa rabia de los zelos habia dicho á Anselmo, y como estaba concertado de esconderse en la recámara para ver desde allí á la clara la poca lealtad que ella le guardaba: pidióle perdon desta locura, y consejo para poder remedialla y salir bien de tan revuelto laberinto, como su mal discurso le habia puesto. Espantada quedó Camila de oir lo que Lotario le decia, y con mucho enojo y muchas y discretas razones le riñó y afeó su mal pensamiento, y la simple y mala determinacion que habia tenido; pero como naturalmente tiene la muger ingenio presto para el bien y para el mal, mas que el varon, puesto que le va faltando cuando de propósito se pone á hacer discursos, luego al instante halló Camila el modo de remediar tan al parecer inremediable negocio; y dijo á Lotario que procurase que otro dia se escondiese Anselmo donde decia, porque ella pensaba sacar de su escondimiento comodidad para que desde allí en adelante los dos se gozasen sin sobresalto alguno; y sin declararle del todo su pensamiento, le advirtió que tuviese cuidado que en estando Anselmo escondido, él viniese cuando Leonela le llamase, y que á cuanto ella le dijese le respondiese como respondiera, aunque no supiera que Anselmo le escuchaba. Porfió Lotario que le acabase de declarar su intencion, porque con mas seguridad y aviso guardase todo lo que viese ser necesario. —Digo, dijo Camila, que no hay mas que guardar, si no fuere responderme como yo os pregun-
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CAPÍTULO XXXIV.