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DON QUIJOTE.

terrenal, dice la divina Escritura que infundió Dios sueño en Adan, y que estando durmiendo le sacó una costilla del lado siniestro, de la cual formó á nuestra madre Eva, y así como Adán despertó y la miró, dijo: Esta es carne de mi carne y hueso de mis huesos. Y Dios dijo: Por esta dejará el hombre á su padre y madre, y serán dos en una carne misma: y entonces fué instituido el divino sacramento del matrimonio, con tales lazos, que solo la muerte puede desatarlos. Y tiene tanta, fuerza y virtud este milagroso sacramento, que hace que dos diferentes personas sean una mesma carne: y aun hace mas en los buenos casados, que aunque tienen dos almas, no tienen mas de una voluntad: y de aquí viene, que como la carne de la esposa sea una mesma con la del esposo, las manchas que en ella caen, ó los defectos que se procuran, redundan en la carne del marido, aunque él no haya dado, como queda dicho, ocasion para aquel daño; porque así como el dolor del pié, ó de cualquier miembro del cuerpo humano, le siente todo el cuerpo por ser todo de una carne mesma, y la cabeza siente el daño del tobillo sin que ella se le haya causado; así el marido es participante de la deshonra de la muger, por ser una mesma cosa con ella: y como las honras y deshonras del mundo sean todas y nazcan de carne y sangre, y las de la muger mala sean deste género, es forzoso que al marido le quepa parte dellas, y sea tenido por deshonrado sin que él lo sepa. Mira pues, ó Anselmo, al peligro que te pones en querer turbar el sosiego en que tu buena esposa vive: mira por cuan vana é impertinente curiosidad quieres revolver los humores que ahora están sosegados en el pecho de tu casta esposa: advierte que lo que aventuras á ganar es poco, y que lo que perderás será tanto, que lo dejaré en su punto[1], porque me faltan palabras para encarecerlo. Pero si todo cuanto he dicho no basta á moverte de tu mal propósito, bien puedes buscar otro instrumento de tu deshonra y desventura, que yo no pienso serlo, aunque por ello pierda tu amistad, que es la mayor pérdida que imaginar puedo.

Calló en diciendo esto el virtuoso y prudente Lotario, y Anselmo quedó tan confuso y pensativo, que por un buen espacio no le pudo responder palabra; pero en fin, le dijo: Con la atencion que has visto he escuchado, Lotario amigo, cuanto has querido decirme, y en tus razones, ejemplos y comparaciones he visto la mucha discrecion que tienes, y el estremo de la verdadera amistad que al-

  1. Así las primeras ediciones y las demas: si dijesen en este punto, parece estaría el sentido mas claro.