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CAPÍTULO XXXIII.

Que de sí se avergüenza cuando yerra,
Si bien otro no ve que cielo y tierra[1].

Así que no escusarás con el secreto tu dolor, antes tendrás que llorar contino, si no lágrimas de los ojos, lágrimas de sangre del corazon, como las lloraba aquel simple doctor que nuestro poeta nos cuenta que hizo la prueba del vaso, que con mejor discurso se escusó de hacerla el prudente Reinaldos: que puesto que aquello sea ficcion poética, tiene en sí encerrados secretos morales dignos de ser advertidos, y entendidos é imitados[2]: cuanto mas, que con lo que ahora pienso decirte acabarás de venir en conocimiento del grande error que quieres cometer. Dime, Anselmo, si el cielo, ó la suerte buena te hubiera hecho señor y legítimo posesor de un finísimo diamante, de cuya bondad y quilates estuviesen satisfechos cuantos lapidarios le viesen, y que todos á una voz y de comun parecer dijesen que llegaba en quilates, bondad y fineza á cuanto se podia estender la naturaleza de tal piedra, y tú mesmo lo creyeses así, sin saber otra cosa en contrario, ¿seria justo que te viniese en deseo de tomar aquel diamante, y ponerle entre un ayunque y un martillo, y allí á pura fuerza de golpes y brazos probar si es tan duro y tan fino como dicen? Y mas[3] si lo pusieses por obra, que puesto caso que la piedra hiciese resistencia á tan necia prueba, no por eso se le añadiria mas valor ni mas fama, ¿y si se rompiese, cosa que podria ser, no se perdería todo? Sí por cierto, dejando á su dueño en estimacion de que todos le tengan por simple. Pues haz cuenta, Anselmo amigo, que Camila es finísimo diamante, así en tu estimación como en la agena, y que no es razon ponerla en contingencia de que se quiebre, pues aunque se quede con su entereza, no puede subir á mas valor del que ahora
  1. Escribió Luis Tansilo, natural de Nola en el reino de Nápoles, este poema de: Las lágrimas de San Pedro, para reparar el mal ejemplo que ocasionó con otro, licencioso y obsceno, que consta de 160 octavas, intitulado el Vendemmiatore. Anduvo al principio no tan completo, como le tradujo despues en octavas castellanas Fr. Damián Alvarez, y dividido en XIII cantos le publicó en Nápoles año de 1618.
  2. Alúdese aquí á la ficcion que refiere el Ariosto (poeta italiano, y por eso llamado nuestro por Lotario, en el cant. 41 y 42 de su Orlando). Pudiera presumirse que de esta ficcion del Ariosto tomó acaso Cervantes el argumento de la novela de El Curioso Impertinente, tan apreciable por su artificio, estilo, pintura de los afectos del amor, de los zelos, de la fragilidad, de las astucias de algunas amas y criadas, y ejemplar no solo por el castigo que recibe Camila, sino porque enseña que solo se vence la pasion amorosa con huirla, y que nadie se ha de poner á brazos con tan poderoso enemigo, porque son menester fuerzas divinas para vencer las suyas humanas, como se dice arriba.
  3. Este lugar, que parece algo obscuro, quedaria mas claro, espresando la elipsis que se sobreentiende, así: ¿Y seria mas justo, si lo pusieses por obra?
TOMO I.
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