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CAPÍTULO XXXI.

querian detenerse á beber en una fuentecilla que allí estaba. Detúvose Don Quijote con no poco gusto de Sancho, que ya estaba cansado de mentir tanto, y temia no le cogiese su amo á palabras; porque puesto que él sabia que Dulcinea era una labradora del Toboso, no la habia visto en toda su vida. Habíase en este tiempo vestido Cardenio los vestidos que Dorotea traia cuando la hallaron, que aunque no eran muy buenos, hacian mucha ventaja á los que dejaba. Apeáronse junto á la fuente, y con lo que el cura se acomodó en la venta satisfacieron, aunque poco, la mucha hambre que todos traian. Estando en esto acertó á pasar por allí un muchacho que iba de camino, el cual poniéndose á mirar con mucha atencion á los que en la fuente estaban, de allí á poco arremetió á Don Quijote, y abrazándole por las piernas comenzó á llorar muy de propósito, diciendo: ¡Ay señor mio! ¿No me conoce vuestra merced? Pues míreme bien, que yo soy aquel mozo Andres, que quitó vuestra merced de la encina donde estaba atado. Reconocióle Don Quijote, y asiéndole por la mano se volvió á los que allí estaban, y dijo: Porque vean vuestras mercedes cuan de importancia es haber caballeros andantes en el mundo, que desfagan los tuertos y agravios que en él se hacen por los insolentes y malos hombres que en él viven, sepan vuestras mercedes, que los dias pasados, pasando yo por un bosque, oí unos gritos y unas voces muy lastimosas, como de persona afligida y menesterosa: acudí luego, llevado de mi obligacion, ácia la parte donde me pareció que las lamentables voces sonaban, y hallé atado á una encina á este muchacho, que ahora está delante, de lo que me huelgo en el alma, porque será testigo que no me dejará mentir en nada: digo que estaba atado á la encina, desnudo de medio cuerpo arriba, y estábale abriendo á azotes con las riendas de una yegua un villano, que despues supe que era amo suyo, y así como yo le ví, le pregunté la causa de tan atroz vapulamiento: respondió el zafio que le azotaba porque era su criado, y que ciertos descuidos que tenia hacian mas de ladron que de simple: á lo cual este niño dijo: Señor, no me azota sino porque le pido mi salario: el amo replicó no sé que arengas y disculpas, las cuales aunque de mí fueron oidas, no fueron admitidas: en resolucion, yo le hice desatar, y tomé juramento al villano de que le llevaria consigo y le pagaria un real sobre otro, y aun zahumados: ¿no es verdad todo esto, hijo Andrés? ¿No notaste con cuánto imperio se lo mandé, y con cuánta humildad prometió de

hacer todo cuanto yo le impuse, y notifiqué y quise? Respon-

::::TOMO I.
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