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CAPÍTULO XXX.

Fosca Vista (porque es cosa averiguada que, aunque tiene los ojos en su lugar y derechos, siempre mira al reves como si fuese vizco, y esto lo hace él de maligno, y por poner miedo y espanto á los que mira): digo que supo que este gigante, en sabiendo mi orfandad, habia de pasar con gran poderío sobre mi reino, y me lo habia de quitar todo sin dejarme una pequeña aldea donde me recogiese; pero que podia escusar toda esta ruina y desgracia, si yo me quisiese casar con él; mas á lo que él entendia, jamas pensaba que me vendria á mí en voluntad de hacer tan desigual casamiento: y dijo en esto la pura verdad, porque jamas me ha pasado por el pensamiento casarme con aquel gigante, pero ni con otro alguno, por grande y desaforado que fuese. Dijo tambien mi padre, que despues que él fuese muerto y viese yo que Pandafilando comenzaba á pasar sobre mi reino, que no aguardase á ponerme en defensa, porque seria destruirme, sino que libremente le dejase desembarazado el reino, si queria escusar la muerte y total destruicion de mis buenos y leales vasallos, porque no habia de ser posible defenderme de la endiablada fuerza del gigante; sino que luego con algunos de los mios me pusiese en camino de las Españas, donde hallaria el remedio de mis males, hallando á un caballero andante, cuya fama en este tiempo se estenderia por todo este reino, el cual se habia de llamar, si mal no me acuerdo, Don Azote, ó Don Gigote. —Don Quijote diria, señora, dijo á esta sazon Sancho Panza, ó por otro nombre el caballero de la Triste Figura. —Así es la verdad, dijo Dorotea. Dijo mas, que habia de ser alto de cuerpo, seco de rostro, y que en el lado derecho debajo del hombro izquierdo, ó por allí junto, habia de tener un lunar pardo con ciertos cabellos á manera de cerdas. —En oyendo esto Don Quijote, dijo á su escudero: Ten aquí, Sancho hijo, ayúdame á desnudar, que quiero ver si soy el caballero que aquel sabio rey dejó profetizado. —¿Pues para qué quiere vuestra merced desnudarse? dijo Dorotea. —Para ver si tengo ese lunar que vuestro padre dijo, respondió Don Quijote. —No hay para qué desnudarse, dijo Sancho, que yo sé que tiene vuestra merced un lunar de esas señas en la mitad del espinazo, que es señal de ser hombre fuerte. —Eso basta, dijo Dorotea, porque con los amigos no se ha de mirar en pocas cosas, y que esté en el hombro ó que esté en el espinazo, importa poco, basta que haya lunar, y esté donde estuviere, pues todo es una mesma carne: y sin duda acertó mi buen padre en todo, y yo he acertado en encomendarme al señor Don Quijote, que él es por quien mi padre dijo, pues las