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DON QUIJOTE.
tera de cierta telilla rica y una mantellina de otra vistosa tela verde, y de una cajita un collar y otras joyas, con que en un instante se adornó de manera, que una rica y gran señora parecia. Todo aquello y mas dijo que habia sacado de su casa para lo que se ofreciese, y que hasta entonces no se le habia ofrecido ocasion de habello menester. A todos contentó en estremo su mucha gracia, donaire y hermosura, y confirmaron á Don Fernando por de poco conocimiento, pues tanta belleza desechaba; pero el que mas se admiró fué Sancho Panza, por parecerle (como era así verdad) que en todos los dias de su vida habia visto tan hermosa criatura: y así preguntó al cura con grande ahinco, le dijese quién era aquella tan fermosa señora, y qué era lo que buscaba por aquellos andurriales.—Esta hermosa señora, respondió el cura, Sancho hermano, es como quien no dice nada, es la heredera por línea recta de varon del gran reino de Micomicon, la cual viene en busca de vuestro amo á pedirle un don, el cual es, que le desfaga un tuerto ó agravio que un mal gigante le tiene fecho, y á la fama que de buen caballero vuestro amo tiene por todo lo descubierto, de Guinea ha venido á buscarle esta princesa.—Dichosa buscada y dichoso hallazgo, dijo á esta sazon Sancho Panza, y mas si mi amo es tan venturoso que desfaga ese agravio y enderece ese tuerto, matando á ese hideputa dese gigante que vuestra merced dice, que sí matará si él le encuentra, si ya no fuese fantasma, que contra las fantasmas no tiene mi señor poder alguno. Pero una cosa quiero suplicar á vuestra merced entre otras, señor licenciado, y es, que porque á mi amo no le tome gana de ser arzobispo, que es lo que yo temo, que vuestra merced le aconseje que se case luego con esta princesa, y así quedará imposibilitado de recebir órdenes arzobispales, y vendrá con facilidad á su imperio, y yo al fin de mis deseos: que yo he mirado bien en ello, y hallo por mi cuenta que no me está bien que mi amo sea arzobispo, porque yo soy inútil para la iglesia, pues soy casado, y andarme ahora á traer dispensaciones para poder tener renta por la iglesia, teniendo como tengo muger y hijos, seria nunca acabar: así que, señor, todo el toque está en que mi amo se case luego con esta señora, que hasta ahora no sé su gracia, y así no la llamo por su nombre.—Llámase, respondió el cura, la princesa Micomicona, porque llamándose su reino Micomicon, claro está que ella se ha de llamar así.—No hay duda en eso, respondió Sancho, que yo he visto á muchos tomar el apellido y alcurnia del lugar donde nacieron, llamándose Pedro de Alcalá, Juan de Ubeda y Diego de