Ejarque, y el otro Baltasar de Torres. Terciaron estos en la trama, y el primero aprontó hasta mil y quinientos doblones para la compra de una fragata armada de doce bancos de remos, que compró el renegado Abd-al-Rhamen, socolor de salir á corso. Estaba la tripulacion corriente, y varios cautivos de suposicion, apalabrados por Cervantes, estaban esperando tan solo el aviso de la partida. Un malvado los vendió á todos: el doctor Juan Blanco de Paz, fraile dominico, acudió, cual otro Judas, tras el cebo del galardon, á delatar al dey el intento de sus paisanos.
Trató al pronto Hasan-Agá de disimular, con ánimo de coger á los cautivos y apropiárselos como sentenciados á muerte. Sonó sin embargo la delacion, y los mercaderes valencianos averiguaron que el dey estaba enterado de aquella trama en que obraban ellos como cómplices é instrumentos. Azorado Onofre Ejarque con la zozobra por sus haberes y su vida, se retrajo de Cervantes, cuyo testimonio le atemorizaba, en caso de prorrumpir en declaraciones con el tormento; y así se ofreció á rescatarlo á cualquiera precio y embarcarlo inmediatamente para España. Pero Cervantes, ageno de trasponerse peligrando por él sus compañeros, se desentendió de la oferta y serenó al mercader, jurándole que ni tormentos ni muertes le harian delatar á nadie.
Ya luego y á su propartida en la fragata del renegado, habia Cervantes huido del baño, ocultándose en casa de uno de sus antiguos compañeros de armas, el alférez Diego Castellano. Pregonaron luego por las calles un bando del dey en demanda de su esclavo Cervantes y amenazando de muerte al encubridor que lo albergase. Cervantes, siempre generoso, descargó á su amigo de tamaña responsabilidad, pues fué voluntariamente á presentarse al dey bajo el resguardo de un renegado de Murcia, llamado Morato Raez Maltrapillo, que gozaba de gran privanza con Hasan-Agá. Requirió este de Cervantes la manifestacion de todos sus cómplices, y para mas arredrarle lo hizo maniatar por la espalda y enroscarle un dogal al cuello, en ademan de empinarlo á la horca. Conservó su teson Cervantes, acusándose únicamente á sí mismo, y declarando tan solo por cómplices á cuatro hidalgos españoles ya rescatados; y en fin, fueron sus respuestas todas tan gallardas y agudas, que Hasan-Agá se condolió de nuevo. Contentóse con desterrar al licenciado Giron del reino de Fez y enviar á Cervantes á una mazmorra de la cárcel de los moros, donde yació el desventurado cinco meses con grillos y esposas. Este fué el galardon de aquel empeño bizarro, que le mereció, segun la espresion de un testigo ocular, el alférez Luis de Pedroza, nombradía, honor y corona entre los cristianos.
Esta variedad de lances, que, como decia Cervantes de sí mismo, habian de quedar por largos años en la memoria del pais, y de los cuales dice igualmente el P. Haedo, que pudieran formar una historia particular, habian con efecto acarreado tanto concepto á su autor, entre cristianos y moros, que Hasán-Agá entró en zozobra de alguna empresa mas trascendental y comprensiva. Antes ya dos españoles valerosos habian intentado una sublevacion en Argel, y Cervantes, al arrimo de veinte y cinco mil cautivos agolpados en la capital de la regencia, era muy capaz de idear tamaño intento. Uno de sus nuevos historiadores, Fernandez Navarrete, se la atribuye, y afirma que se malogró por la maldad é ingratitud que tantas veces lo vendieron. Como quiera, vivia Hasan-Agá tan aprensivo con su denuedo, su maña y el predominio que se habia grangeado con sus compañeros de cautividad, que solia decir: "en teniendo yo bien afianzado á mi manco español, conceptúo ya en salvo mi capital, mis esclavos y mis galeras." Y sin embargo, aquel malvado (tanto es el poderío de la verdadera grandeza) se mostraba siempre con Cervantes mirado y comedido. Este mismo lo está revelando al hablar de sí mismo en la relacion del Capitan Cautivo: "Solo libró bien con él un soldado español, llamado tal de Saavedra, el cual, con haber hecho cosas que quedarán en la memoria de aquellas gentes por muchos años, y todas por alcanzar libertad, jamas le dió palo, ni se lo mandó dar, ni le dijo mala palabra, y por la menor cosa de muchas que hizo, temiamos todos que habia de ser empalado, y así lo temió él mas de una vez...."
Aherrojado Cervantes en la mazmorra, no venia á ser mas digno de lástima que los esclavos llamados libres, cuya desventura se hacia insufrible. Estancando Hasan-Agá granos y abastos, acarreó tal carestía, que las calles de la ciudad estaban cuajadas de cadáveres que guadañaban el hambre y las dolencias. Los cristianos, alimentados mas bien por codicia que por lástima, no recibian de sus amos los turcos mas que lo absolutamente preciso, y los estaban sin embargo acosando á toda hora con las faenas mas angustiosas, pues la espedicion que Felipe II estaba preparando contra Portugal, amagando tambien á Argel, tenia aterrada á la Regencia, y se empleaban dia y noche los cautivos en aumentar las fortificaciones y carenar la escuadra.
Mientras estaba Cervantes echando infructuosamente el resto por conseguir su