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DON QUIJOTE.
pié, y sin aguardar á calzarse ni á recoger los cabellos, asió con mucha presteza un bulto como de ropa que junto á sí tenia, y quiso ponerse en huida, llena de turbacion y sobresalto; mas no hubo dado seis pasos, cuando, no pudiendo sufrir los delicados piés la aspereza de las piedras, dió consigo en el suelo: lo cual visto por los tres, salieron á ella, y el cura fué el primero que le dijo: Deteneos, señora, quien quiera que seais, que los que aquí veis solo tienen intencion de serviros: no hay para que os pongais en tan impertinente huida, porque ni vuestros piés lo podrán sufrir, ni nosotros consentir. A todo esto ella no respondia palabra, atónita y confusa. Llegaron pues á ella, y asiéndola por la mano el cura prosiguió diciendo: Lo que vuestro trage, señora, nos niega, vuestros cabellos nos descubren, señales claras que no deben de ser de poco momento las causas que han disfrazado vuestra belleza en hábito tan indigno, y traídola á tanta soledad como es esta, en la cual ha sido ventura el hallaros, si no para dar remedio á vuestros males, á lo menos para darles consejo, pues ningun mal puede fatigar tanto ni llegar tan al estremo de serlo, mientras no acaba la vida, que rehuya de no escuchar siquiera el consejo que con buena intencion se le da al que lo padece: así que, señora mia, ó señor mio, ó lo que vos quisiéredes ser, perded el sobresalto que nuestra vista os ha causado, y contadnos vuestra buena ó mala suerte, que en nosotros juntos, ó en cada uno, hallareis quien os ayude á sentir vuestras desgracias. En tanto que el cura decia estas razones, estaba la disfrazada moza como embelesada, mirándolos á todos sin mover labio ni decir palabra alguna, bien así como rústico aldeano que de improviso se le muestran cosas raras y dél jamas vistas; mas volviendo el cura á decirle otras razones al mesmo efeto encaminadas, dando ella un profundo suspiro, rompió el silencio y dijo: Pues que la soledad destas sierras no ha sido parte para encubrirme, ni la soltura de mis descompuestos cabellos no ha permitido que sea mentirosa mi lengua, en valde seria fingir yo de nuevo ahora lo que, si se me creyese, seria mas por cortesía que por otra razon alguna: presupuesto esto, digo, señores, que os agradezco el ofrecimiento que me habeis hecho, el cual me ha puesto en obligacion de satisfaceros en todo lo que me habeis pedido, puesto que temo que la relacion que os hiciere de mis desdichas, os ha de causar al par de la compasion la pesadumbre, porque no habeis de hallar remedio para remediarlas, ni consuelo para entretenerlas; pero con todo esto, porque no ande vacilando mi honra en vuestras intencio-