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DON QUIJOTE.

CAPÍTULO XXVIII.


Que trata de la nueva y agradable aventura que al cura y barbero sucedió en la mesma Sierra.


F

ELICÍSIMOS y venturosos fueron los tiempos donde se echó al mundo el audacísimo caballero Don Quijote de la Mancha, pues por haber tenido tan honrosa determinacion, como fué el querer resucitar y volver al mundo la ya perdida y casi muerta órden de la andante caballería, gozamos ahora en esta nuestra edad necesitada de alegres entretenimientos, no solo de la dulzura de su verdadera historia, sino de los cuentos y episodios della, que en parte no son menos agradables y artificiosos y verdaderos, que la misma historia[1]. La cual prosiguiendo su rastrillado, torcido y aspado hilo, cuenta que así como el cura comenzó á prevenirse para consolar á Cardenio, lo impidió una voz que llegó á sus oidos, que con tristes acentos decia de esta manera: ¡Ay Dios! ¿si será posible que he ya hallado lugar que pueda servir de escondida sepultura á la carga pesada deste cuerpo, que tan contra mi voluntad sostengo? Sí será, si la soledad que prometen estas sierras no me miente: ¡ay desdichada! ¡y cuán mas agradable compañía harán estos riscos y malezas á mi intencion, pues me darán lugar para que con quejas comunique mi desgracia al cielo, que no la de ningun hombre humano, pues no hay ninguno en la tierra de quien se pueda esperar consejo en las dudas, alivio en las quejas ni remedio en los males! Todas estas razones oyeron y percibieron el cura y los que con él estaban, y por parecerles, como ello era, que allí junto las decian, se levantaron á buscar el dueño, y no hubieron andado veinte pasos, cuando detras de un peñasco vieron sentado al pié de un fresno á un mozo vestido como labrador,
  1. Sin haber concluido nuestro autor un episodio, introduce otro, y con la salva y apología que hace aquí á favor de ellos, parece quiso prevenir la crítica que le hicieron despues por boca del bachiller Sanson Carrasco, sobre que en esta Primera Parte se habia valido de novelas y cuentos agenos de la historia, y que se debió de atener al refran de paja ó heno &c. [P. II. cap. III.]