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VIDA Y ESCRITOS

conocieron á oscuras la fragata cristiana. Gritaron á rebato, y se juntó tal gentío, que Viana tuvo que engolfarse de nuevo. Intentó á deshora acercarse otra vez, mas su empeño acarreó resultas desastradas. Estaban los moros alerta, sorprendieron la fragata al desembarcar, apresaron la tripulacion y desbarataron la empresa.

Hasta entonces habian sobrellevado Cervantes y sus compañeros, colgados de la esperanza de su rescate, privaciones, padecimientos y aun achaques contraidos en aquella vivienda húmeda y lóbrega. Mas fracasó su esperanza. Tras el apresamiento de la fragata, el Dorador, aquel renegado reincorporado ya en el gremio de la Iglesia, que merecía toda la confianza de Cervantes, renegó de nuevo y reveló al dey de Argel el escondite de los cautivos que Viana iba á embarcar. Gozoso el dey con esta nueva que, segun estilo del pais, le proporcionaba el apropiarse aquella cuadrilla de esclavos como descarriados, envió al comandante de su guardia con treinta soldados turcos para prender á los cautivos y al hortelano encubridor. Guiados por el delator, entran de improviso los soldados en la cueva, con su cimitarra en la mano. Mientras van maniatando á los cristianos atónitos, alza la voz Cervantes y clama que ninguno de aquellos desventurados compañeros era culpado, que solo él los habia hecho huir para ocultarlos, y que siendo el único autor de la trama, debia sobrellevar la pena. Pasmados de confesion tan caballerosa que descargaba sobre la cerviz de Cervantes todo el enojo del cruel Hasan-Agá, envian los turcos uno de los suyos al gefe para participarle cuanto estaba pasando. Dispone el dey que se traigan todos los cautivos á su baño particular, y el caudillo inmediatamente á su presencia. Conducen á Cervantes aherrojado desde el subterráneo hasta el alcázar de Hasan, en medio de los baldones de la chusma alborotada.

Lo estrechó el dey en su interrogatorio, valiéndose ya de promesas lisongeras, ya de tremendas amenazas, para hacerle manifestar los cómplices. Obstinóse Cervantes en no culpar mas que á sí mismo, desentendiéndose de ofertas y de amagos. Cansado el dey de tan estremado teson y movido quizás de aquel rasgo tan magnánimo, se contentó con hacerlo encadenar en el baño.

El Kaid Hasan, en cuya huerta habia acaecido la novedad, acudió atropelladamente al dey, instándole para que ajusticiase á todos los fugitivos, y empezando por su hortelano Juan, lo ahorcó allá con sus propias manos. La misma suerte cupiera á Cervantes y á sus compañeros, á no enfrenar la codicia en el dey su crueldad genial. Ademas los dueños fueron reclamando respectivamente sus cautivos, y Cervantes tuvo que volver á la potestad de Dali-Mamí; pero ya que le causase zozobra, ó que lo conceptuase sugeto de encarecido rescate, el dey lo compró luego por quinientos escudos.

Este Hasan-Agá, veneciano, y cuyo verdadero apellido era Andreta, fué uno de los piratas mas feroces que hubieran ensangrentado los mares de Berbería. Horroriza y sobrepuja á toda verosimilitud cuanto refiere el Padre Haedo de las atrocidades que estuvo cometiendo en su gobierno; arredrando á sus propios súbditos, al par que á los esclavos, que se acercaban á dos mil. Dice á este propósito Cervantes en la historia del Capitan Cautivo: "Ninguna cosa nos fatigaba tanto como oir y ver á cada paso las jamas vistas ni oidas crueldades que mi amo usaba con los cristianos. Cada dia ahorcaba el suyo, empalaba á éste, desorejaba á aquel, y esto por tan poca ocasion y tan sin ella, que los turcos conocian que lo hacia no mas de por hacerlo y por ser natural condicion suya ser homicida de todo el género humano."

Compró Hasan-Agá á Cervantes á fines de 1577. En medio de su estrecho cautiverio y del peligro inminente que le estaba amenazando á cada intento de fuga, no por eso dejó de emplear cuantos arbitrios le proporcionaban las circunstancias y su maestría. Por todo el año de 1578, halló medio para enviar un moro á Oran con cartas dirigidas al general Don Martin de Córdoba, gobernador de aquella plaza; mas el emisario fué cogido al llegar á su destino y traido con sus pliegos al dey de Argel. Hasan-Agá mandó empalar al desastrado mensagero, y condenó á Cervantes, por la firma de sus cartas, á dos mil azotes. Mediaron amigos, y tambien quedó esta vez indultado por aquel violento Hasan: clemencia tanto mas estraña cuanto aquel irracional por el mismo tiempo estaba haciendo matar á palos y en su presencia á tres cautivos españoles que intentaron huir por el mismo rumbo, y trajeron al baño los naturales del pais.

Ni con tanto malogro y fracaso amainó un punto el teson de Cervantes, que cabilaba mas y mas sobre su rescate y el de sus queridos compañeros. Por el mes de Septiembre de 1579 entabló conocimiento con un renegado español, natural de Granada, donde se llamaba el licenciado Giron, y que habia tomado con el turbante el nombre de Abd-al-Rhamen. Mostrábase arrepentido y con ánimo de volver á su patria y al regazo de la Iglesia; y por tanto Cervantes ideó con él una nueva tentativa de escape. Se avistaron con dos mercaderes valencianos avecindados en Argel, y llamados el uno Onofre