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DE CERVANTES.

falmente al puerto de Argel, donde se hizo el reparto de los cautivos; y Cervantes cupo al mismo Dali-Mamí, apresador de la nave cristiana.

Era este tan avariento como inhumano, y en vista de las cartas de Don Juan de Austria y del duque de Sesa para el rey á favor de Cervantes, le conceptuó desde luego por un hidalgo esclarecido y un personage de gran suposicion en España; y para lograr un rescate cuantioso lo aherrojó inmediatamente en gran manera, le empozó en una mazmorra y lo martirizó con cuantas privaciones y tormentos pudo imaginar. Así lo solian practicar los piratas berberiscos con los cautivos de consideracion que caian en sus manos, pues los atropellaban, á lo menos por el pronto, ya para hacerlos renegar, ya para precisarles á encarecer su rescate y á estrechar á sus parientes y allegados para aprontarlo sin tardanza.

En aquella lid reñida contra sus padecimientos incesantes de día y noche, descolló Cervantes con un heroismo mas raro y mas esclarecido por cierto que el del mero denuedo, el heroismo del aguante, "segundo valor de los hombres,” como dice Solis, "tan hijo del corazon como el primero." Lejos de postrarse ó doblegarse, ideó Cervantes desde luego el intento, tantas veces aventurado por él, de recobrar su libertad, echando el resto de su arrojo y su travesura. Quiso tambien proporcionarla á todos sus compañeros, de quienes vino á ser luego el alma y el norte, por la sobresalencia de su ingenio y de su teson. Se conservan los nombres de varios, como el capitan Don Francisco de Meneses, los alféreces Rios y Castañeda, el sargento Navarrete, un Don Beltran del Salto y Castilla, y un hidalgo llamado Osorio. Su primer ánimo, segun refiere el P. Haedo en su historia de Argel, fué marchar por tierra, como ya otros lo habian practicado, hasta Oran, que á la sazón era de España. Lograron salir de Argel, por medio de un moro que agenció Cervantes, pero el malvado los desamparó á la segunda jornada, y tuvieron los desventurados que acudir á las casas de sus dueños para recibir castigos horrorosos por el intento de su fuga; y á Cervantes cupo lo sumo del rigor como á caudillo de aquella demasía.

Tal cual compañero, como el alférez Gabriel de Castañeda, logró su rescate á mediados del año de 1576, y se encargó aquel de llevar á los parientes de Cervantes las cartas en que ambos hermanos retrataban al vivo su situacion deplorable. Rodrigo de Cervantes, su padre, vendió desde luego ó empeñó el escaso patrimonio de sus hijos, y aun su propia reserva, tambien de ínfima monta, y hasta los dotes de sus dos hermanas solteras, reduciéndose así la familia entera al desamparo. ¡Conatos, ay Dios, malogrados! A la llegada de aquel importe de ventas y empréstitos, entabló Cervantes un convenio con su dueño Dali-Mamí; pero éste conceptuaba muy alto á su cautivo para desprenderse baratamente de su persona, y fueron de tal ecshorbitancia sus demandas, que Cervantes quedó desahuciado de alcanzar su libertad, y así traspasó su cuota al hermano, quien á precio inferior fué rescatado por el mes de Agosto de 1577. A su propartida se comprometió á habilitar en Valencia, ó en las islas Baleares, una fragata armada, que, tocando en el sitio convenido de la costa de Africa, libertase á su hermano y á otros cautivos, quienes le encargaron al intento cartas urgentísimas para los vireyes y otros sugetos de suposicion en las costas marítimas.

Se hermanaba este intento con el plan ya formado muy de antemano por Cervantes. Caía, á una legua á levante de Argel, la quinta donde veraneaba el Kaid Hasan, renegado griego. Uno de sus esclavos, llamado Juan, natural de Navarra, habia ido escavando, en la huerta que cultivaba, un sótano ó subterráneo reservado, en donde, segun la disposicion de Cervantes, se guarecian varios cautivos cristianos que habian logrado retraerse, ascendiendo, al partir Rodrigo para España, hasta catorce ó quince. Cervantes, sin desamparar la casa de su amo, era el caudillo y proveedor de la pequeña república subterránea. Se dudaria de aquel hecho, que comprueba los arbitrios de su inventiva, si no constase por un sinnúmero de testimonios y documentos. Sus principales ausiliares eran ante todo el hortelano Juan, que atalayaba á toda hora para que nadie se acercase, luego otro esclavo llamado el Dorador, renegado de muchacho, y luego arrepentido. Este era el abastecedor de la cueva, de la cual no salian sino de noche. Computando Cervantes ya cercana la fragata encargada á su hermano, huyó del baño de Dali-Mamí, y el 20 de Septiembre, despidiéndose de su amigo el doctor Antonio de Sosa, sobrado achacoso para poderle seguir, acudió á empozarse tambien allá en el subterráneo.

Acertado era su cómputo. Habian habilitado en Valencia ó en Mallorca una fragata, al mando de un tal Viana, recien rescatado, hombre fogoso, valiente y enterado de las costas de Berbería. Llegó la fragata el 28 del mismo, y despues de mantenerse á un largo todo el dia, en anocheciendo, se arrimó al parage consabido, al alcance de la huerta para avisar y recoger en poco rato á los cautivos. Por desgracia unos pescadores, que andaban todavia en el avío de sus barquichuelos,