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CAPÍTULO XXV.
vuestra merced pasara con ello, pues no era su juez, bien creo yo que el loco pasara adelante con su historia, y se hubieran ahorrado el golpe del guijarro y las coces, y aun mas de seis torniscones.—A fe, Sancho, respondió Don Quijote, que si tú supieras como yo lo sé, cuán honrada y cuán principal señora era la reina Madasima, yo sé que dijeras que tuve mucha paciencia, pues no quebré la boca por donde tales blasfemias salieron; porque es muy gran blasfemia decir ni pensar que una reina esté amancebada con un cirujano. La verdad del cuento es, que aquel maestro Elisabat que el loco dijo, fué un hombre muy prudente y de muy sanos consejos, y sirvió de ayo y de médico á la reina; pero pensar que ella era su amiga, es disparate digno de muy gran castigo: y porque veas que Cardenio no supo lo que dijo, has de advertir que cuando lo dijo ya estaba sin juicio.—Eso digo yo, dijo Sancho, que no habia para que hacer cuenta de las palabras de un loco, porque si la buena suerte no ayudara á vuestra merced, y encaminara el guijarro á la cabeza, como le encaminó al pecho, buenos quedáramos por haber vuelto por aquella mi señora, que Dios cohonda[1]; pues montas, que no se librara Cardenio por loco. Contra cuerdos y contra locos está obligado cualquier caballero andante á volver por la honra de las mugeres, cualesquiera que sean, cuánto mas por las reinas de tan alta guisa y pro como fué la reina Madasima, á quien yo tengo particular aficion por sus buenas partes, porque fuera de haber sido fermosa ademas, fué muy prudente y muy sufrida en sus calamidades, que las tuvo muchas, y los consejos y compañía del maestro Elisabat le fué y le fueron de mucho provecho y alivio para poder llevar sus trabajos con prudencia y paciencia, y de aquí tomó ocasion el vulgo ignorante y mal intencionado de decir y pensar que ella era su manceba; y mienten, digo otra vez, y mentirán otras docientas todos los que tal pensaren y dijeren.—Ni yo lo digo, ni lo pienso, respondió Sancho, allá se lo hayan, con su pan se lo coman: si fueron amancebados ó no, á Dios habrán dado la cuenta: de mis viñas vengo, no sé nada, no soy amigo de saber vidas agenas, que el que compra y miente, en su bolsa lo siente: cuánto mas, que desnudo nací, desnudo me hallo, ni pierdo ni gano: mas que lo fuesen, ¿qué me va á mí? y muchos piensan que hay tocinos, y no hay estacas; ¿mas quién puede poner puertas al campo? cuánto mas que de Dios dijeron.—Válame
  1. Pudra.
TOMO I.
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