El caballero del Bosque, que de tal manera oyó hablar al de la Triste Figura, no hacia sino mirarle y remirarle, y tornarle á mirar de arriba abajo, y despues que le hubo bien mirado, le dijo:—Si tienen algo que darme á comer, por amor de Dios que me lo den, que despues de haber comido, yo haré todo lo que se me manda, en agradecimiento de tan buenos deseos como aquí se me han mostrado. Luego sacaron Sancho de su costal y el cabrero de su zurron con que satisfizo el Roto su hambre, comiendo lo que le dieron, como persona atontada, tan apriesa que no daba espacio de un bocado al otro, pues antes los engullia que tragaba, y en tanto que comia, ni él ni los que le miraban hablaban palabra. Como acabó de comer, les hizo de señas que le siguiesen, como lo hicieron, y él los llevó á un verde pradecillo que á la vuelta de una peña poco desviada de allí estaba. En llegando á él, se tendió en el suelo encima de la yerba, y los demas hicieron lo mismo, y todo esto sin que ninguno hablase, hasta que el Roto, despues de haberse acomodado en su asiento, dijo: Si gustais, señores, que os diga en breves razones la inmensidad de mis desventuras, habeisme de prometer de que con ninguna pregunta ni otra cosa, no interromperéis el hilo de mi triste historia, porque en el punto que lo hagais, en ese se quedará lo que fuere contando. Estas razones del Roto trujeron á la memoria á Don Quijote el cuento que le habia contado su escudero, cuando no acertó el número de las cabras que habian pasado el rio, y se quedó la historia pendiente; pero volviendo al Roto, prosiguió diciendo: Esta prevencion que hago, es porque querria pasar brevemente por el cuento de mis desgracias, que el traerlas á la memoria no me sirve de otra cosa, que añadir otras de nuevo, y mientras menos me preguntáredes, mas presto acabaré yo de decillas, puesto que no dejaré por contar cosa alguna que sea de importancia, para satisfacer del todo á vuestro deseo. Don Quijote se lo prometió en nombre de los demas, y él con este seguro comenzó desta manera.
Mi nombre es Cardenio, mi patria una ciudad de las mejores desta Andalucia, mi linage noble, mis padres ricos, mi desventura tanta, que la deben de haber llorado mis padres, y sentido mi linage, sin poderla aliviar con su riqueza; que para remediar desdichas del cielo, poco suelen valer los bienes de fortuna. Vivia en esta mesma tierra un cielo donde puso el amor toda la gloria que yo acertara á desearme: tal es la hermosura de Luscinda, doncella tan noble y tan rica como yo; pero de mas ventura y de menos firmezaPágina:El ingenioso hidalgo Don Quijote del Mancha.djvu/269
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CAPÍTULO XXIV.
TOMO I.
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