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CAPÍTULO XXIII.

so lo pide por amor de Dios cortes y comedidamente, y rinde por ello muchas gracias, y no con falta de lágrimas: y en verdad os digo, señores, prosiguió el cabrero, que ayer determinamos yo y cuatro zagales, los dos criados y los dos amigos mios, de buscarle hasta tanto que le hallemos, y despues de hallado, ya por fuerza, ya por grado, le hemos de llevar á la Villa de Almodóvar, que está de aquí ocho leguas, y allí le curaremos, si es que su mal tiene cura, ó sabremos quien es, cuando esté en su seso, y si tiene parientes á quien dar noticia de su desgracia. Esto es, señores, lo que sabré deciros de lo que me habeis preguntado, y entended que el dueño de las prendas que hallastes, es el mesmo que vistes pasar con tanta ligereza como desnudez: (que ya le habia dicho Don Quijote como habia visto pasar aquel hombre saltando por la sierra) el cual quedó admirado de lo que al cabrero habia oido, y quedó con mas deseo de saber quién era el desdichado loco, y propuso en sí lo mesmo que ya tenia pensado, de buscalle por toda la montaña, sin dejar rincon ni cueva en ella que no mirase, hasta hallarle; pero hízolo mejor la suerte de lo que él pensaba ni esperaba, porque en aquel mesmo instante pareció por entre una quebrada de una sierra, que salia donde ellos estaban el mancebo que buscaba, el cual venia hablando entre sí cosas que no podian ser entendidas de cerca, cuanto mas de lejos. Su trage era cual se ha pintado, solo que llegando cerca, vió Don Quijote que un coleto hecho pedazos que sobre sí traia era de ámbar, por donde acabó de entender, que persona que tales hábitos traia, no debia de ser de ínfima calidad. En llegando el mancebo á ellos, los saludó con una voz desentonada y bronca, pero con mucha cortesía. Don Quijote le volvió las saludes con no menos comedimiento, y apeándose de Rocinante con gentil continente y donaire, le fué á abrazar, y le tuvo un buen espacio estrechamente entre sus brazos, como si de luengos tiempos lo hubiera conocido. El otro, á quien podemos llamar el Roto de la Mala Figura, como á Don Quijote el de la Triste, despues de haberse dejado abrazar, le apartó un poco de sí, y puestas sus manos en los hombros de Don Quijote, le estuvo mirando como que queria ver si le conocia, no menos admirado quizá de ver la figura, talle y armas de Don Quijote, que Don Quijote lo estaba de verle á él: en resolucion, el primero que habló despues del abrazamiento, fué el Roto, y dijo lo que se dirá adelante.