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DON QUIJOTE.
de los ojos lanternas, rodearemos esta serrezuela, quizá toparemos aquel hombre que vimos, el cual sin duda alguna no es otro que el dueño de nuestro hallazgo. A lo que Sancho respondió:—Harto mejor seria no buscarle, porque si le hallamos, y acaso fuese el dueño del dinero, claro está que lo tengo de restituir; y así fuera mejor, sin hacer esta inútil diligencia, poseerlo yo con buena fe, hasta que por otra via menos curiosa y diligente pareciera su verdadero señor, y quizá fuera á tiempo que lo hubiera gastado, y entonces el rey me hacia franco.—Engáñaste en eso, Sancho, respondió Don Quijote, que ya que hemos caido en sospecha de quien es el dueño, casi delante [1], estamos obligados á buscarle y volvérselos: y cuando no le buscásemos, la vehemente sospecha que tenemos de que él lo sea, nos pone ya en tanta culpa, como si lo fuese: así que, Sancho amigo, no te dé pena el buscalle, por la que á mí se me quitará si le hallo: y así picó á Rocinante, y siguióle Sancho con su acostumbrado jumento: y habiendo rodeado parte de la montaña, hallaron en un arroyo caida, muerta y medio comida de perros, y picada de grajos, una mula ensillada y enfrenada, todo lo cual confirmó en ellos mas la sospecha de que aquel que huia era el dueño de la mula y del cojin. Estándola mirando, oyeron un silbo como de pastor que guardaba ganado, y á deshora á su siniestra mano parecieron una buena cantidad de cabras, y tras ellas por cima de la montaña pareció el cabrero que las guardaba, que era un hombre anciano. Dióle voces Don Quijote, y rogóle que bajase donde estaban. Él respondió á gritos, que quién les habia traido por aquel lugar, pocas ó ningunas veces pisado, sino de piés de cabras ó de lobos, y otras fieras que por allí andaban. Respondióle Sancho que bajase, que de todo le darian buena cuenta. Bajó el cabrero, y en llegando adonde Don Quijote estaba, dijo:—Apostaré que está mirando la mula de alquiler que está muerta en esa hondonada, pues á buena fe que ha ya seis meses que está en ese lugar: díganme ¿han topado por ahí su dueño?—No hemos topado á nadie, respondió Don Quijote, sino á un cojin y á una maletilla, que no lejos deste lugar hallamos.—También la hallé yo, respondió el cabrero; mas nunca la quise alzar, ni llegar á ella, temeroso de algun desman, y de que no me la pidiesen por de hurto: que es el diablo sotil, y debajo de los piés se levanta allombre cosa donde tropiece y caya, sin saber cómo ni cómo no.—Eso mes-
- ↑ Este lugar, defectuoso en las dos ediciones primeras, haria sentido añadiendo estas palabras: de aquí adelante; o estas otras, á quien tenemos ó tuvimos casi delante.