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DON QUIJOTE.
dose sin él, comenzó á hacer el mas triste y doloroso llanto del mundo, y fué de manera que Don Quijote despertó á las voces, y oyó que en ellas decia: ¡O hijo de mis entrañas, nacido en mi mesma casa, brinco de mis hijos, regalo de mi muger, envidia de mis vecinos, alivio de mis cargas, y finalmente, sustentador de la mitad de mi persona, porque con veinte y seis maravedis que ganabas cada dia, mediaba yo mi despensa! Don Quijote que vió el llanto y supo la causa, consoló á Sancho con las mejores razones que pudo, y le rogó que tuviese paciencia, prometiéndole de darle una cédula de cambio para que le diesen tres en su casa de cinco que habia dejado en ella. Consolóse Sancho con esto, y limpió sus lágrimas, templó sus sollozos y agradeció á Don Quijote la merced que le hacia. El cuál como entró por aquellas montañas, se le alegró el corazon, pareciéndole aquellos lugares acomodados para las aventuras que buscaba. Reduciánsele á la memoria los maravillosos acaecimientos que en semejantes soledades y asperezas habian sucedido á caballeros andantes: iba pensando en estas cosas tan embebecido y transportado en ellas, que de ninguna otra se acordaba, ni Sancho llevaba otro cuidado (despues que le pareció que caminaba por parte segura) sino de satisfacer su estómago con los relieves que del despojo clerical habian quedado, y así iba tras su amo, cargado con todo aquello que habia de llevar el rucio[1], sacando de un costal y embaulando en su panza: y no se le diera por hallar otra aventura, entre tanto que iba de aquella manera, un ardite. En esto alzó los ojos y vió que su amo estaba parado, procurando con la punta del lanzon alzar no sé qué bulto que estaba caido en el suelo, por lo cual se dió priesa á llegar á ayudarle si fuese menester; y cuando llegó fué á tiempo que alzaba con la punta del lanzon un cojin y una maleta asida é él, medio podridos, ó podridos del todo y deshechos; mas pesaba tanto, que fué necesario que Sancho se apease á tomarlos, y mandóle su amo que viese lo que en la maleta venia. Hízolo con mucha presteza Sancho, y aunque la maleta venia cerrada con una cadena y su candado, por lo roto y podrido della vió lo que en ella habia, que eran cuatro camisas de delgada holanda, y otras cosas de lienzo, no menos curiosas que limpias, y en un pañizuelo halló un buen montoncillo de escudos de oro, y así como los vió dijo: ¡Bendito sea todo el cielo que nos ha
  1. En la edicion de 1605 se decia en este lugar: sentado á mugeriegas sobre su jumento, y esta es la primera vez que el autor corrigió en la de 1608, el descuido de introducir á Sancho sobre su asno, hurtado ya por Pasamonte: y aunque lo enmendó tambien en otras ocasiones, pero no en todas.