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DON QUIJOTE.
comisario caido, le quitó la espada y la escopeta, con la cual apuntando al uno y señalando al otro, sin disparalla jamas, no quedó guarda en todo el campo, porque se fueron huyendo, así de la escopeta de Pasamonte, como de las muchas pedradas que los ya sueltos galeotes les tiraban. Entristecióse mucho Sancho deste suceso, porque se le representó que los que iban huyendo habian de dar noticia del caso á la Santa Hermandad, la cual á campana herida saldria á buscar los delincuentes, y así se lo dijo á su amo, y le rogó que luego de allí se partiesen y se emboscasen en la sierra que estaba cerca.—Bien está eso, dijo Don Quijote; pero yo sé lo que ahora conviene que se haga; y llamando á todos los galeotes que andaban alborotados, y habian despojado al comisario hasta dejarle en cueros, se le pusieron todos á la redonda para ver lo que les mandaba, y así les dijo:—De gente bien nacida es agradecer los beneficios que reciben, y uno de los pecados que mas á Dios ofende, es la ingratitud: dígolo, porque ya habeis visto, señores, con manifiesta esperiencia, el que de mí habeis recebido, en pago del cual querria, y es mi voluntad, que cargados de esa cadena que quité de vuestros cuellos, luego os pongais en camino, y vais á la ciudad del Toboso, y allí os presenteis ante la señora Dulcinea del Toboso, y le digais que su caballero el de la Triste Figura se le envia á encomendar, y le conteis punto por punto todos los que ha tenido esta famosa aventura, hasta poneros en la deseada libertad; y hecho esto, os podreis ir donde quisiéredes á la buena ventura.—Respondió por todos Gines de Pasamonte, y dijo:—Lo que vuestra merced nos manda, señor y libertador nuestro, es imposible de toda imposibilidad cumplirlo, porque no podemos ir juntos por los caminos, sino solos y divididos y cada uno por su parte, procurando meterse en las entrañas de la tierra, por no ser hallado de la Santa Hermandad, que sin duda alguna ha de salir en nuestra busca: lo que vuestra merced puede hacer, y es justo que haga, es mudar ese servicio y montazgo de la señora Dulcinea del Toboso, en alguna cantidad de Ave Marías y Credos, que nosotros dirémos por la intencion de vuestra merced, y esta es cosa que se podrá cumplir de noche y de dia, huyendo ó reposando, en paz ó en guerra; pero pensar que hemos de volver ahora á las ollas de Egipto, digo, á tomar nuestra cadena, y á ponernos en camino del Toboso, es pensar que es ahora de noche, que aun no son las diez del dia, y es pedir á nosotros eso como pedir peras al olmo.—Pues voto á tal, dijo Don Quijote; (ya puesto en cólera) don hijo de la puta, don