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CAPÍTULO XXI.
de los batanes, sin volver la cara á mirallos: tal era el aborrecimiento que les tenian por el miedo en que les habian puesto, y cortada la cólera y aun la melancolía, subieron á caballo, y sin tomar determinado camino (por ser muy de caballeros andantes el no tomar ninguno cierto), se pusieron á caminar por donde la voluntad de Rocinante quiso, que se llevaba tras sí la de su amo, y aun la del asno, que siempre le seguia por donde quiera que guiaba en buen amor y compañía: con todo esto, volvieron al camino real, y siguieron por él á la ventura sin otro designio alguno. Yendo, pues, así caminando, dijo Sancho á su amo:—Señor, ¿quiere vuestra merced darme licencia que departa un poco con él? que despues que me puso aquel áspero mandamiento del silencio, se me han podrido mas de cuatro cosas en el estómago, y una sola que ahora tengo en el pico de la lengua, no querria que se malograse.—Díla, dijo Don Quijote, y sé breve en tus razonamientos, que ninguno hay gustoso si es largo.—Digo, pues, señor, respondió Sancho, que de algunos dias á esta parte he considerado cuán poco se gana y grangea de andar buscando estas aventuras que vuestra merced busca por estos desiertos y encrucijadas de caminos, donde ya que se venzan y acaben las mas peligrosas, no hay quien las vea ni sepa, y así se han de quedar en perpetuo silencio, y en perjuicio de la intencion de vuestra merced, y de lo que ellas merecen: y así me parece que seria mejor (salvo el mejor parecer de vuestra merced) que nos fuésemos á servir á algun emperador, ó á otro príncipe grande que tenga alguna guerra, en cuyo servicio vuestra merced muestre el valor de su persona, sus grandes fuerzas y mayor entendimiento: que visto esto del señor á quien servirémos, por fuerza nos ha de remunerar á cada cual segun sus méritos: y allí no faltará quien ponga en escrito las hazañas de vuestra merced para perpetua memoria: de las mias no digo nada, pues no han de salir de los límites escuderiles; aunque sé decir que si se usa en la caballería escribir hazañas de escuderos, que no pienso que se han de quedar las mias entre renglones.—No dices mal, Sancho, respondió Don Quijote; mas antes que se llegue á ese término, es menester andar por el mundo, como en aprobacion, buscando las aventuras, para que acabando algunas, se cobre nombre y fama tal, que cuando se fuere á la corte de algun gran monarca, ya sea el caballero conocido por sus obras, y que apenas le hayan visto entrar los muchachos por la puerta de la ciudad, cuando todos le sigan y rodéen dando voces, diciendo: Este es el caballero del Sol, ó de