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DON QUIJOTE.
de la suerte y la manta nos llevare.—Mal cristiano eres, Sancho, dijo oyendo esto Don Quijote, porque nunca olvidas la injuria que una vez te han hecho: pues sábete, que es de pechos nobles y generosos no hacer caso de niñerias. ¿Qué pié sacaste cojo? ¿Que costilla quebrada? ¿Qué cabeza rota, para que no se te olvide aquella burla? Que bien apurada la cosa, burla fué y pasatiempo, que á no entenderlo yo así, ya yo hubiera vuelto allá, y hubiera hecho en tu venganza mas daño que el que hicieron los Griegos por la robada Helena: la cual si fuera en este tiempo, ó mi Dulcinea fuera en aquel, pudiera estar segura que no tuviera tanta fama de hermosa como tiene: y aquí dió un suspiro, y le puso en las nubes, y dijo Sancho:—Pase por burlas, pues la venganza no puede pasar en veras; pero yo sé de qué calidad fueron las veras y las burlas, y sé tambien que no se me caerán de la memoria, como nunca se quitarán de las espaldas. Pero dejando esto aparte, dígame vuestra merced, qué haremos de este caballo rucio rodado, que parece asno pardo, que dejó aquí desamparado aquel Martino que vuestra merced derribó, que segun él puso los pies en polvorosa y cogió las[1] de Villadiego, no lleva pergenio de volver por él jamas, y para mis barbas si no es bueno el rucio.—Nunca yo acostumbro, dijo Don Quijote, despojar á los que venzo, ni es uso de caballería quitarles los caballos y dejarlos á pié; si ya no fuese que el vencedor hubiese perdido en la pendencia el suyo, que en tal caso lícito es tomar el del vencido, como ganado en guerra lícita: así que, Sancho, deja ese caballo, ó asno, ó lo que tu quisieres que sea, que como su dueño nos vea alongados de aquí, volverá por él.—Dios sabe si quisiera llevarle, replicó Sancho, ó por lo menos trocalle con este mio que no me parece tan bueno. Verdaderamente que son estrechas las leyes de caballería, pues no se estienden á dejar trocar un asno por otro, y querria saber, si podria trocar los aparejos siquiera.—En eso no estoy muy cierto, respondió Don Quijote, y en caso de duda, hasta estar mejor informado, digo que los trueques, si es que tienes dellos necesidad estrema.—Tan estrema es, respondió Sancho, que si fueran para mi mesma persona, no los hubiera menester mas: y luego habilitado con aquella licencia, hizo mutatio caparum, y puso su jumento á las mil lindezas, dejándole mejorado en tercio y quinto. Hecho esto, almorzaron de las sobras del real que del acémila despojaron[2], bebieron del agua del arroyo
  1. Esto es: las calzas.
  2. Metáfora tomada de los soldados, que despojan el real ó campo de los enemigos, donde suelen hallar abundancia de provisiones.