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CAPÍTULO XVII.
recer, no lo pudo sufrir, y alzando el candil con todo su aceite dió á Don Quijote con él en la cabeza, de suerte que le dejó muy bien descalabrado, y como todo quedó á escuras, salióse luego, y Sancho Panza dijo:—Sin duda, señor, que este es el moro encantado, y debe de guardar el tesoro para otros, y para nosotros solo guarda las puñadas y los candilazos.—Así es, respondió Don Quijote, y no hay que hacer caso destas cosas de encantamentos, ni hay para que tomar cólera ni enojo con ellas, que como son invisibles y fantásticas, no hallarémos de quien vengarnos aunque mas lo procuremos. Levántate, Sancho, si puedes, y llama al alcaide de esta fortaleza, y procura que se me dé un poco de aceite, vino, sal y romero, para hacer el salutífero bálsamo, que en verdad que creo que lo he bien menester ahora, porque se me va mucha sangre de la herida que esta fantasma me ha dado. Levantóse Sancho con harto dolor de sus huesos, y fué ascuras donde estaba el ventero, y encontrándose con el cuadrillero que estaba escuchando en qué paraba su enemigo, le dijo: Señor, quien quiera que seais, hacednos merced y beneficio de darnos un poco de romero, aceite, sal y vino, que es menester para curar uno de los mejores caballeros andantes que hay en la tierra, el cual yace en aquella cama mal ferido por las manos del encantado moro que está en esta venta. Cuando el cuadrillero tal oyó, túvole por hombre falto de seso: y porque ya comenzaba á amanecer abrió la puerta de la venta, y llamando al ventero le dijo lo que aquel buen hombre queria. El ventero le proveyó de cuanto quiso, y Sancho se lo llevó á Don Quijote, que estaba con las manos en la cabeza quejándose del dolor del candilazo, que no le habia hecho mas mal que levantarle dos chichones algo crecidos, y lo que él pensaba que era sangre, no era sino sudor que sudaba con la congoja de la pasada tormenta. En resolucion, él tomó sus simples, de los cuales hizo un compuesto, mezclándolos todos y cociéndolos un buen espacio, hasta que le pareció que estaban en su punto. Pidió luego alguna redoma para echallo, y como no la hubo en la venta, se resolvió de ponello en una alcuza ó aceitera de hoja de lata, de quien el ventero le hizo grata donacion: y luego dijo sobre la alcuza mas de ochenta Pater nostres y otras tantas Ave Marias, salves y credos, y á cada palabra acompañaba una cruz á modo de bendicion: á todo lo cual se hallaron presentes Sancho, el ventero y cuadrillero, que ya el arriero sosegadamente andaba entendiendo en el beneficio de sus machos. Hecho esto, quiso él mesmo hacer luego la esperiencia