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CAPÍTULO XVI.
tornes, que así se llamaba la asturiana. Y como al vizmalle viese la ventera tan acardenalado á partes á Don Quijote, dijo que aquello mas parecian golpes que caida.—No fueron golpes, dijo Sancho, sino que la peña tenia muchos picos y tropezones, y que cada uno habia hecho su cardenal, y tambien le dijo: Haga vuestra merced, señora, de manera que queden algunas estopas, que no faltará quien las haya menester, que también me duelen á mí un poco los lomos.—Desa manera, respondió la ventera, ¿tambien debistes vos de caer?—No caí, dijo Sancho Panza, sino que del sobresalto que tomé de ver caer á mi amo, de tal manera me duele á mí el cuerpo, que me parece que me han dado mil palos.—Bien podrá ser eso, dijo la doncella, que á mí me ha acontecido muchas veces soñar que caia de una torre abajo, y que nunca acababa de llegar al suelo, y cuando despertaba del sueño, hallarme tan molida y quebrantada como si verdaderamente hubiera caido.—Ahí está el toque, señora, respondió Sancho Panza, que yo sin soñar nada, sino estando mas despierto que ahora estoy, me hallo con pocos menos cardenales que mi señor Don Quijote.—¿Cómo se llama este caballero? preguntó la asturiana Maritornes.—Don Quijote de la Mancha, respondió Sancho Panza, y es caballero aventurero, y de los mejores y mas fuertes que de luengos tiempos acá se han visto en el mundo.—¿Qué es caballero aventurero? replicó la moza.—¿Tan nueva sois en el mundo, que no lo sabeis vos? respondió Sancho Panza. Pues sabed, hermana mia, que caballero aventurero es una cosa que en dos paletas[1] se ve apaleado y emperador. Hoy está la mas desdichada criatura del mundo y la mas menesterosa, y mañana tendrá dos ó tres coronas de reinos que dar á su escudero.—¿Pues cómo vos, siéndolo deste tan buen señor, dijo la ventera, no teneis, á lo que parece, siquiera algun condado?—Aun es temprano, respondió Sancho, porque no ha sino un mes que andamos buscando las aventuras, y hasta ahora no hemos topado con ninguna que lo sea, y tal vez hay que se busca una cosa y se halla otra. Verdad es, que si mi señor Don Quijote sana de esta herida ó caida, y yo no quedo contrecho della, no trocaria mis esperanzas con el mejor título de España.=Todas estas pláticas estaba escuchando muy atento Don Quijote, y sentándose en el lecho como pudo, tomando de la mano á la ventera, le dijo:—Creedme, fermosa señora, que os podeis lla-
  1. En las primeras ediciones y en todas las demas se decia: en dos palabras; lo que se ha considerado como yerro de imprenta. En dos paletas (dice el Diccionario de la lengua) brevemente, sin trabajo.