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DON QUIJOTE.
diesen, seria un andar las voluntades confusas y descaminadas sin saber en cuál habían de parar, porque siendo infinitos los sugetos hermosos, infinitos habian de ser los deseos: y segun yo he oido decir, el verdadero amor no se divide, y ha de ser voluntario y no forzoso. Siendo esto así, como yo creo que lo es, ¿por qué quereis que rinda mi voluntad por fuerza, obligada no mas de que decis que me quereis bien? Si no, decidme, ¿si como el cielo me hizo hermosa me hiciera fea, fuera justo que me quejara de vosotros, porque no me amábades? Cuánto mas, que habeis de considerar, que yo no escogí la hermosura que tengo, que tal cual es, el cielo me la dió de gracia sin yo pedilla ni escogella: y así como la víbora no merece ser culpada por la ponzoña que tiene, puesto que con ella mata, por habérsela dado naturaleza, tampoco yo merezco ser reprehendida por ser hermosa, que la hermosura en la muger honesta es como el fuego apartado, ó como la espada aguda, que ni él quema, ni ella corta á quien á ellos no se acerca. La honra y las virtudes son adornos del alma, sin las cuales el cuerpo, aunque lo sea, no debe de parecer hermoso. Pues si la honestidad es una de las virtudes que al cuerpo y alma mas adornan y hermosean, ¿por qué la ha de perder la que es amada por hermosa, por corresponder á la intencion de aquel que por solo su gusto con todas sus fuerzas é industrias procura la pierda? Yo nací libre, y para poder vivir libre, escogí la soledad de los campos. Los árboles destas montañas son mi compañía, las claras aguas destos arroyos mis espejos, con los árboles y con las aguas comunico mis pensamientos y hermosura. Fuego soy apartado, y espada puesta lejos. A los que he enamorado con la vista, he desengañado con palabras. Y si los deseos se sustentan con esperanzas, no habiendo yo dado alguna á Grisóstomo ni á otro alguno, el fin de ninguno dellos, bien se puede decir, que antes le mató su porfia que mi crueldad. Y si se me hace cargo que eran honestos sus pensamientos, y que por esto estaba obligada á corresponder á ellos, digo, que cuando en ese mesmo lugar, donde ahora se cava su sepultura, me descubrió la bondad de su intencion, le dije yo, que la mia era vivir en perpetua soledad, y de que sola la tierra gozase el fruto de mi recogimiento y los despojos de mi hermosura. Y si él con todo este desengaño quiso porfiar contra la esperanza, y navegar contra el viento, ¿qué mucho que se anegase en la mitad del golfo de su desatino? Si yo le entretuviera, fuera falsa: si le contentara, hiciera contra mi mejor intencion y prosupuesto. Porfió desengañado, de-