CAPÍTULO XIV.
Donde se ponen los versos desesperados del difunto pastor, con otros no esperados sucesos.
YA que quieres, cruel, que se publique
De lengua en lengua, y de una en otra gente,
Del áspero rigor tuyo la fuerza,
Haré que el mesmo infierno comunique
Al triste pecho mio un son doliente,
Con que el uso comun de mi voz tuerza.
Y al par de mi deseo, que se esfuerza
A decir mi dolor y tus hazañas,
De la espantable voz irá el acento,
Y en él mezclados por mayor tormento
Pedazos de las míseras entrañas.
Escucha pues, y presta atento oido,
No al concertado son, sino al ruido,
Que de lo hondo de mi amargo pecho,
Llevado de un forzoso desvarío,
Por gusto mio sale y tu despecho.
El rugir del leon, del lobo fiero
El temeroso aullido, el silbo horrendo
De escamosa serpiente, el espantable
Baladro de algun monstruo, el agorero
Graznar de la corneja, y el estruendo
Del viento contrastado en mar instable:
Del ya vencido toro el implacable
Bramido, y de la viuda tortolilla
El sentible arrullar, el triste canto
Del enviudado buho, con el llanto
De toda la infernal negra cuadrilla,