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CAPÍTULO XIII.
ramos. Lo cual visto por uno de los cabreros, dijo: aquellos que allí vienen son los que traen el cuerpo de Grisóstomo, y el pié de aquella montaña es el lugar donde él mandó que le enterrasen. Por esto se dieron priesa á llegar, y fué á tiempo que ya los que venian habian puesto las andas en el suelo, y cuatro dellos con agudos picos estaban cavando la sepultura á un lado de una dura peña. Recibiéronse los unos y los otros cortesmente, y luego Don Quijote y los que con él venian, se pusieron á mirar las andas, y en ellas vieron cubierto de flores un cuerpo muerto y vestido como pastor, de edad al parecer de treinta años: y aunque muerto, mostraba que vivo habia sido de rostro hermoso y de disposicion gallarda. Al rededor dél tenian en las mismas andas algunos libros, y muchos papeles abiertos y cerrados: y así los que esto miraban como los que abrian la sepultura, y todos los demas que allí habia, guardaban un maravilloso silencio, hasta que uno de los que al muerto trujeron dijo á otro:—Mira bien, Ambrosio, si es este el lugar que Grisóstomo dijo, ya que quieres que tan puntualmente se cumpla lo que dejó mandado en su testamento.—Este os, respondió Ambrosio: que muchas veces en él me contó mi desdichado amigo la historia de su desventura: allí me dijo él que vió la vez primera á aquella enemiga mortal del linage humano, y allí fué tambien donde la primera vez le declaró su pensamiento tan honesto como enamorado, y allí fué la última vez donde Marcela le acabó de desengañar y desdeñar, de suerte que puso fin á la tragedia de su miserable vida: y aquí, en memoria de tantas desdichas, quiso él que le depositasen en las entrañas del eterno olvido; y volviéndose á Don Quijote y á los caminantes, prosiguió diciendo: Ese cuerpo, señores, que con piadosos ojos estais mirando, fué depositario de una alma en quien el cielo puso infinita parte de sus riquezas: ese es el cuerpo de Grisóstomo, que fué único en el ingenio, solo en la cortesía, estremo en la gentileza, fénix en la amistad, magnífico sin tasa, grave sin presuncion, alegre sin bajeza, y finalmente, primero en todo lo que es ser bueno, y sin segundo en todo lo que fué ser desdichado: quiso bien, fué aborrecido: adoró, fué desdeñado: rogó á una fiera, importunó á un mármol, corrió tras el viento, dió voces á la soledad, sirvió á la ingratitud, de quien alcanzó por premio ser despojo de la muerte en la mitad de la carrera de su vida, á la cual dió fin una pastora, á quien él procuraba eternizar, para que viviera en la memoria de las gentes, cual lo pudieran mostrar bien esos papeles que estais mirando, si él no
TOMO I.
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