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CAPÍTULO XIII.
den de caballería estendiéndose y dilatándose por muchas y diversas parte del mundo: y en ella fueron famosos y conocidos por sus fechos el valiente Amadis de Gaula con todos sus hijos y nietos, hasta la quinta generacion, y el valeroso Felixmarte de Hircania, y el nunca como se debe alabado Tirante el Blanco; y casi que en nuestros dias vimos y comunicamos y oimos al invencible y valeroso caballero Don Belianis de Grecia. Esto, pues, señores, es ser caballero andante, y la que he dicho es la órden de su caballería, en la cual, como otra vez he dicho, yo aunque pecador he hecho profesion, y lo mismo que profesaron los caballeros referidos, profeso yo: y así me voy por estas soledades y despoblados buscando las aventuras, con ánimo deliberado de ofrecer mi brazo y mi persona á la mas peligrosa que la suerte me depare, en ayuda de los flacos y menesterosos.=Por estas razones que dijo, acabaron de enterarse los caminantes que era Don Quijote falto de juicio, y del género de locura que lo señoreaba, de lo cual recibieron la mesma admiracion que recebian todos aquellos que de nuevo venian en conocimiento della. Y Vivaldo, que era persona muy discreta y de alegre condicion, por pasar sin pesadumbre el poco camino que decian que les faltaba á llegar á la sierra del entierro, quiso darle ocasion á que pasase mas adelante con sus disparates; y así le dijo:—Paréceme, señor caballero andante, que vuestra merced ha profesado una de las mas estrechas profesiones que hay en la tierra, y tengo para mí, que aun la de los frailes cartujos no es tan estrecha.—Tan estrecha bien podia ser, respondió nuestro Don Quijote; pero tan necesaria en el mundo, no estoy en dos dedos de ponerlo en duda, porque si va á decir verdad, no hace menos el soldado que pone en ejecucion lo que su capitan le manda, que el mismo capitan que se lo ordena: quiero decir, que los religiosos con toda paz y sosiego piden al cielo el bien de la tierra; pero los soldados y caballeros ponemos en ejecucion lo que ellos piden, defendiéndola con el valor de nuestros brazos y filos de nuestras espadas, no debajo de cubierta, sino al cielo abierto, puestos por blanco de los insufribles rayos del sol en verano, y de los erizados yelos del invierno; así que, somos ministros de Dios en la tierra, y brazos por quien se ejecuta en ella su justicia: y como las cosas de la guerra, y las á ellas tocantes y concernientes, no se pueden poner en ejecucion sino sudando, afanando y trabajando escesivamente, síguese que aquellos que la profesan, tienen sin duda mayor trabajo, que aquellos que en sosegada paz y reposo están rogando