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CAPÍTULO XI.

 Bien es verdad que tal vez,
Olalla, me has dado indicio
Que tienes de bronce el alma,
Y el blanco pecho de rísco.
 Mas allá entre tus reproches
Y honestísimos desvíos,
Tal vez la esperanza muestra
La orilla de su vestido.
 Abalánzase al señuelo
Mi fe, que nunca ha podido
Ni menguar, por no llamado,
Ni crecer, por escogido.
 Si el amor es cortesía,
De la que tienes colijo,
Que el fin de mis esperanzas
Ha de ser cual imagino.
 Y si son servicios parte
De hacer un pecho benigno,
Algunos de los que he hecho
Fortalecen mi partido.
 Porque, si has mirado en ello,
Mas de una vez habrás visto
Que me he vestido en los lúnes
Lo que me honraba el domingo.
 Como el amor y la gala
Andan un mesmo camino,
En todo tiempo á tus ojos
Quise mostrarme polido.
 Dejo el bailar por tu causa,
Ni las músicas te pinto
Que has escuchado á deshoras
Y al canto del gallo primo[1].
 No cuento las alabanzas
Que de tu belleza he dicho,
Que aunque verdaderas, hacen
Ser yo de algunas malquisto.
 Teresa del Berrocal,
Yo alabándote me dijo:
Tal piensa que adora un ángel,
Y viene á adorar á un ximio:

  1. A media noche: primo, contraccion de primero.