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DON QUIJOTE.
no que vuestra merced me dé la receta de ese estremado licor, que para mí tengo, que valdrá la onza á donde quiera mas de á dos reales, y no he menester yo mas para pasar esta vida honrada y descansadamente; pero es de saber ahora, si tiene mucha costa el hacelle.—Con menos de tres reales se pueden hacer tres azumbres, respondió Don Quijote.—¡Pecador de mí! replicó Sancho: ¿pues á qué aguarda vuestra merced á hacerle y á enseñármele.—Calla amigo, respondió Don Quijote, que mayores secretos pienso enseñarte, y mayores mercedes hacerte: y por ahora curémonos, que la oreja me duele mas de lo que yo quisiera.=Sacó Sancho de las alforjas hilas y ungüento; mas cuando Don Quijote llegó á ver rota su celada, pensó perder el juicio; y puesta la mano en la espada, y alzando los ojos al cielo, dijo: Yo hago juramento al Criador de todas las cosas, y á los santos cuatro evangelios, donde mas largamente están escritos, de hacer la vida que hizo el grande marques de Mantua cuando juró de vengar la muerte de su sobrino Valdovinos: que fué de no comer pan á manteles, ni con su muger folgar, y otras cosas, que aunque dellas no me acuerdo, las doy aquí por espresadas, hasta tomar entera venganza del que tal desaguisado me fizo. Oyendo esto Sancho, le dijo:—Advierta vuestra merced, señor Don Quijote, que si el caballero cumplió lo que se le dejó ordenado, de irse á presentar ante mi señora Dulcinea del Toboso, ya habrá cumplido con lo que debia, y no merece otra pena, si no comete nuevo delito.—Has hablado y apuntado muy bien, respondió Don Quijote: y así anulo el juramento, en cuanto lo que toca á tomar dél nueva venganza; pero hágole y confírmole de nuevo, de hacer la vida que he dicho, hasta tanto que quite por fuerza otra celada tal y tan buena como esta á algun caballero: y no pienses, Sancho, que así á humo de pajas hago esto: que bien tengo á quien imitar en ello, que esto mesmo pasó al pié de la letra sobre el yelmo de Mambrino, que tan caro le costó á Sacripante.—Que dé al diablo vuestra merced tales juramentos, señor mio, replicó Sancho, que son muy en daño de la salud, y muy en perjuicio de la conciencia: si no dígame ahora: si acaso en muchos dias no topamos hombre armado con celada, ¿qué hemos de hacer? ¿hase de cumplir el juramento á despecho de tantos inconvenientes é incomodidades, como será el dormir vestido, y el no dormir en poblado, y otras mil penitencias que contenia el juramento de aquel loco viejo del marques de Mantua, que vuestra merced quiere revalidar ahora? Mire vuestra merced bien, que por todos estos cami-