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DON QUIJOTE.

derna, y que ya que no estuviese escrita, estaria en la memoria de la gente de su aldea, y de las á ella circunvecinas. Esta imaginacion me traia confuso y deseoso de saber real y verdaderamente toda la vida y milagros de nuestro famoso español Don Quijote de la Mancha, luz y espejo de la caballería manchega, y el primero que en nuestra edad y en estos tan calamitosos tiempos se puso al trabajo y ejercicio de las andantes armas, y al de desfacer agravios, socorrer viudas, amparar doncellas, de aquellas que andaban con sus azotes y palafrenes, y con toda su virginidad á cuestas de monte en monte y de valle en valle: que si no era que algun follon, ó algun villano de hacha y capellina, ó algun descomunal gigante las forzaba, doncella hubo en los pasados tiempos, que al cabo de ochenta años (que en todos ellos no durmió un dia debajo de tejado) se fué tan entera á la sepultura, como la madre que la habia parido. Digo pues, que por estos y otros muchos respetos es digno nuestro gallardo Don Quijote de continuas y memorables alabanzas, y aun á mí no se me deben negar por el trabajo y diligencia que puse en buscar el fin desta agradable historia; aunque bien sé que si el cielo, el caso y la fortuna no me ayudaran, el mundo quedara falto y sin el pasatiempo y gusto que bien casi dos horas podrá tener el que con atencion la leyere. Pasó pues el hallarla en esta manera.

Estando yo un dia en el Alcana de Toledo, llegó un muchacho á vender unos cartapacios y papeles viejos á un sedero: y como soy aficionado á leer aunque sean los papeles rotos de las calles, llevado desta mi natural inclinacion, tomé un cartapacio de los que el muchacho vendia, víle con caracteres que conocí ser arábigos; y puesto que aunque los conocia, no los sabia leer, anduve mirando si parecia por allí algun morisco aljamiado[1] que los leyese, y no fué muy dificultoso hallar intérprete semejante, pues aunque le buscara de otra mejor y mas antigua lengua, le hallara. En fin, la suerte me deparó uno, que diciéndole mi deseo, y poniéndole el libro en las manos, le abrió por medio, y leyendo un poco en él, se comenzó á reir. Preguntéle que de qué se reia: y respondióme que de una cosa que tenia aquel libro escrita en el márgen por anotacion. Díjele que me la dijese. Y él sin dejar la risa, dijo: Está como he dicho, aquí en el márgen escrito esto: ‟Esta Dulcinea del Toboso, tantas veces en esta historia referida, dicen que tuvo
  1. Los árabes, al modo de los griegos y romanos, llamaron bárbaras á casi todas las demas naciones, y bárbara su lengua, ó su aljamia, y al moro ó morisco que sabia alguna dellas, aljamiado.