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DON QUIJOTE.

da vuestra merced á su salud por ahora, que me parece que debe de estar demasiadamente cansado, si ya no es que está mal ferido.—Ferido no, dijo Don Quijote; pero molido y quebrantado, no hay duda en ello, porque aquel bastardo de Don Roldan me ha molido á palos con el tronco de una encina, y todo de envidia, porque ve que yo solo soy el opuesto de sus valentías; mas no me llamaría yo Reinaldos de Montalvan, si en levantándome deste lecho, no me lo pagare á pesar de todos sus encantamentos: y por ahora tráiganme de yantar, que sé que es lo que mas me hará al caso, y quédese lo del vengarme á mi cargo.=Hiciéronlo así, diéronle de comer, y quedóse otra vez dormido, y ellos admirados de su locura. Aquella noche quemó y abrasó el ama cuantos libros habia en el corral y en toda la casa, y tales debieron de arder, que merecian guardarse en perpetuos archivos; mas no lo permitió su suerte y la pereza del escrutiñador, y así se cumplió el refran en ellos de que: Pagan á las veces justos por pecadores. Uno de los remedios que el cura y el barbero dieron por entonces para el mal de su amigo, fué que le murasen y tapiasen el aposento de los libros, porque cuando se levantase no los hallase: quizá quitando la causa, cesaria el efeto, y que dijesen que un encantador se los habia llevado, y el aposento y todo, y así fué hecho con mucha presteza. De allí á dos dias se levantó Don Quijote, y lo primero que hizo fué ir á ver sus libros, y como no hallaba el aposento donde le habia dejado, andaba de una en otra parte buscándole: llegaba adonde solia tener la puerta, y tentábala con las manos, y volvia y revolvia los ojos por todo sin decir palabra; pero al cabo de una buena pieza, preguntó á su ama que ácia qué parte estaba el aposento de sus libros. El ama que ya estaba bien advertida de lo que habia de responder, le dijo:—¿Qué aposento ó qué nada busca vuestra merced? Ya no hay aposento ni libros en esta casa, porque todo se lo llevó el mesmo diablo.—No era diablo, replicó la sobrina, sino un encantador que vino sobre una nube una noche despues del dia que vuestra merced de aquí se partió, y apeándose de una sierpe en que venia caballero, entró en el aposento, y no sé lo que se hizo dentro, que á cabo de poca pieza salió volando por el tejado, y dejó la casa llena de humo, y cuando acordamos á mirar lo que dejaba hecho, no vimos libro ni aposento alguno; solo se nos acuerda muy bien á mí y al ama, que al tiempo del partirse aquel mal viejo, dijo en altas voces, que por enemistad secreta que tenia al dueño de aquellos libros y aposento, dejaba hecho el daño en aquella casa que despues se veria: dijo