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<—65Y quiso la suerte que cuando llegó á este verso, acertó á pasar por allí un labrador de su mismo lugar y vecino suyo, que venía de llevar una carga de trigo al molino, el cual viendo aquel hombre allí tendido, se llegó á él, y le preguntó que quién era, y qué mal sentía que tan tristemente se quejaba. Don Quijote creyó sin duda que aquel era el marqués de Mantua su tío, y así no le respondió otra cosa sino fué proseguir en su romance, donde le daba cuenta de su desgracia y de los amores del hijo del emperante con su esposa, todo de la misma manera que el romance lo canta. El labrador estaba admirado oyendo aquellos disparates; y quitándole la visera, que ya estaba hecha pedazos de los palos, le limpió el rostro, que lo tenía lleno de polvo, y apenas le hubo liripiado, cuando le conoció y le dijo: Señor Quijada (que así se debía de llamar cuando él tenía juicio y no había pasado de hidalgo sosegado á caballero andante), ¿quién ha puesto á vuestra merced desta suerte?

Pero él seguía con su romance á cuanto le preguntaba. Viendo esto el buen hombre, lo mejor que pudo le quitó el peto y espaldar para ver si tenía alguna herida: pero no vió sangre ni señal alguna. Procuró levantarle del suelo, y no con poco trabajo le subió sobre su jumento, por parecerle caballería más sosegada. Recogió las armas, hasta las astillas de la lanza, y liólas sobre Rocinante, al cual tomó de la rienda y del cabestro al asno, y se encaminó hacia su pueblo bien pensativo de oir los disparates que don Quijote decía:

y no menos iba don Quijote, que de puro molido y quebrantado no se podía tener sobre el borrico, y de cuando en cuando daba unos suspiros que DON QUIJOTE .—5 TOMO I VOL . 315