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sabed que yo soy el valeroso don Quijote de la Mancha, el desfacedor de agravios y sinrazones; y á Dios quedad, y no se os parta de las mientes lo prometido y jurado, so pena de la pena pronunciada. Y en diciendo esto, picó á su Rocinante, y en breve espacio se apartó dellos. Siguióle el labrador con los ojos, y cuando vió que había traspuesto del bosque y ya no parecía, volvióse á su criado Andrés, y díjole:

—Venid acá, hijo mío, que os quiero pagar lo que os debo, como aquel desfacedor de agravios me dejó mandado.

—Eso juro yo, dijo Andrés, y como que andará vuestra merced acertado en cumplir el mandamiento de aquel buen caballero, que mil años viva, que según es de valeroso y buen juez, vive Roque que si no me pagáis, que vuelva y ejecute lo que dijo.

—También lo juro yo, dijo el labrador: pero por lo mucho que os quiero, quiero acrecentar la deuda por acrecentar la paga. Y asiéndole del brazo, le tornó á atar á la encina, donde le dió tantos azotes que le dejó por muerto. Llamad, señor Andrés, ahora, decía el labrador, al desfacedor de agravios, veréis cómo no desface aqueste, aunque creo que no está acabado de hacer, porque me viene gana de desollaros vivo, como vos temíades; pero al fin le desató y le dió licencia que fuese á buscar á su juez, para que ejecutase la pronunciada sentencia. Andrés se partió algo mohino, jurando de ir a buscar al valeroso don Quijote de la Mancha, y contarle punto por punto lo que le había pasado, y que se lo había de pagar con las setenas; pero con todo esto él se partió llorando y su amo se quedó riendo: y desta manera izo el agra-