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—379hizo menudas piezas, diciendo que no la quería dar á leer á nadie, porque no se supiesen en el lugar s's secretos: y que bastaba lo que yo le había dicho de palabra acerca del amor que vuestra mercad le tenía, y de la penitencia extraordinaria que por su causa quedaba haciendo: y finalmente e dijo, que dijese á vuestra merced, que le besaba las manos, que allí quedaba con más deseo de verle que de escribirle; y que así le suplicaba y mandaba, que vista la presente saliese de aquellos matorrales, y se dejase de hacer disparates, y se pusiese luego en camino del Toboso, si otra cosa de más importancia no le sucediese, porque tenía gran deseo de ver á vuestra merced. Rióse mucho cuando le dije cómo se llamaba vuestra merced el caballero de la Triste Figura: preguntéle si había ido allá el vizcaíno de marras; díjome que sí; y que era un hombre muy de bien; también le pregunté por los galeotes; mas díjome que no había visto hasta entonces alguno.

—Todo va bien hasta agora, dijo don Quijote; pero dime, ¿qué joya fué la que te dió al despedirte, por las nuevas que de mí le llevaste? Porque es usada y antigua costumbre entre los caballeros X y damas andantes dar á los escuderos, doncellas.

ó enanos que les llevan nuevas de sus damas á ellos, á ellas de sus andantes, alguna rica joya en albricias, en agradecimiento de su recado.

—Bien puede eso ser así, y yo la tengo por buena usanza; pero eso debía de ser en los tiempos pasados, que ahora sólo se debe de acostumbrar á dar un pedazo de pan y queso, que esto fué lo que me dió mi señora Dulcinea por las bardas de un corral, cuando della me despedí, y aun por más señas, era el queso ovejuno.