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cho lo que hablas, porque tantas veces va el cantarillo á la fuente... y no te digo más.

—Ahora bien, respondió Sancho, Dios está en el cielo, que ve las trampas, y será juez de quién hace más mal, yo en no hablar bien, ó vuestra merced en obrallo.

—No haya más, dijo Dorotea; corred, Sancho, y besad la mano á vuestro señor, y pedidle perdón, y de aquí adelante andad más atentado en vuestras alabanzas y vituperios, y no digáis mal de aquesta señora Toboso, á quien yo no conozco sino es para servilla, y tened confianza en Dios, que no os ha de faltar un estado donde viváis como un príncipe.

Fué Sancho cabizbajo y pidió la mano á su señor, y él se la dió con reposado continente, y después que se la hubo besado, le echó la bendición, y dijo á Sancho que se adelantasen un poco, que tenía de preguntalle y que departir con él cosas de mucha importancia. Hízolo así Sancho, y apartáronse los dos algo adelante, y dijo don Quijote:

Después que veniste, no he tenido lugar ni espacio para preguntarte muchas cosas de particularidad acerca de la embajada que llevaste, y de la respuesta que trajiste; y ahora pues la fortuna nos ha concedido tiempo y lugar, no me niegues tú la ventura que puedes darme con tan buenas nuevas.

—Pregunte vuestra merced lo que quisiere, respondió Sancho, que á todo daré tan buena salida como tuve la entrada; pero suplico á vuestra merced, señor mío, que no sea de aquí adelante tan vengativo.

—¿Por qué lo dices, Sancho? dijo don Quijote.