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allí fuera, y que después les diría la causa por qué no entraba ni le convenía entrar en ella; mas que les rogaba que le sacasen allí algo de comer, que fuese cosa caliente, y asimismo cebada para Rocinante. Ellos se entraron y le dejaron, y de allí á poco el barbero le sacó de comer.

Después habiendo bien pensado entre los dos el modo que tendrían para conseguir lo que deseaban, vino el cura en un pensamiento muy acomodado al gusto de don Quijote, y para lo que ellos querían; y fué que dijo al barbero que lo que habían pensado era que él se vestiría en hábito de doncella andante, y que él procurase ponerse lo mejor que pudiese como escudero, y que así irían adonde don Quijote estaba, fingiendo ser ella una doncella afligida y menesterosa; y le pediría un don, el cual él no podría dejársele de otorgar como valeroso caballero andante; y que el don que le pensaba pedir, era que se viniese con ella donde ella le llevase, á desfacelle un mal agravio que un caballero le tenía fecho; y que le suplicaba ansimismo que no la mandase quitar su antifaz, ni la mandase cosa de su facienda fasta que le hubiese fecho derecho de aquel, mal caballero; y que creyese sin duda, que don Quijote vendría en todo cuanto le pidiese por este término y que desta manera le sacarían de allí, y le llevarían á su lugar, donde procurarían ver si tenía algún remedio su estraña locura.

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