Página:El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha - Tomo I (1908).pdf/297

Esta página no ha sido corregida
— 295 —

tan famoso como vuestra merced se vuelva loco sin qué ni para qué por una...? no me lo haga decir la señora, porque por Dios que despotrique y lo eche todo á doce, aunque nunca se venda: bonico soy yo para eso: mal me conoce, pues á fe que si me conociese, que me ayunase.

—A fe, Sancho, dijo don Quijote, que á lo que me parece no estás tú más cuerdo que yo.

—No estoy tan loco, respondió Sancho, mas estoy más colérico; pero dejando esto aparte, ¿qué es lo que ha de comer vuestra merced en tanto que yo vuelvo? ¿Ha de salir al camino como Cardenio á quitárselo á los pastores?

—No te dé pena ese cuidado, respondió don Quijote, porque aunque tuviera, no comería otra cosa que las yerbas y frutos que este prado y estos árboles me dieren, que la fineza de mi negocio está en no comer y en hacer otras asperezas. A esto dijo Sancho:

—¿Sabe vuestra merced qué temo? que no tengo de acertar á volver á este lugar donde ahora le dejo, según está escondido.

Toma bien las señas, que yo, procuraré no apartarme destos contornos, dijo don Quijote, y aun tendré cuidado de subirme por estos más altos riscos, por ver si te descubro cuando vuelvas; cuanto más que lo más acertado será para que no me yerres y te pierdas, que cortes algunas retamas de las muchas que por aquí hay, y las vayas poniendo de trecho á trecho hasta salir á lo raso, las cuales te servirán de mojones y señales para que me halles cuando vuelvas, á imitación del hilo del laberinto de Perseo.

—Así lo haré, respondió Sancho Panza; y cortando algunas, pidió la bendición á su señor, y no