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1 mal intencionado de decir y pensar que ella era su manceba; y mienten, digo otra vez, y mentirán otras docientas todos los que tal pensaren y dijeren.

—Ni yo lo digo ni lo pienso, respondió Sancho, allá se lo hayan, con su pan se lo coman: si fueron amancebados ó no, á Dios habrán dado cuenta :

de mis viñas vengo, no sé nada; no soy amigo de saber vidas ajenas, que el que compra y miente, en su bolsa lo siente: cuanto más, que desnudo nací, desnudo me hallo, ni pierdo ni gano; más que lo fuesen, ¿qué me va á mí? y muchos piensan que hay tocinos y no hay estacas; mas quién puede poner puertas al campo, cuanto más que de Dios dijeron?

— Válame Dios, dijo don Quijote, y qué de necedades vas, Sancho, ensartando! ¿Qué va de lo que tratamos á los refranes que enhilas? Por tu vida, Sancho, que calles, y de aquí adelante entremétete en espolear á tu asno, y deja de hacello en lo que no te importa; y entiende con todos tus cinco sentidos, que todo cuanto yo he hecho, hago é hiciere, va muy puesto en razón y muy conforme á las reglas de caballería, que las sé mejor que cuantos caballeros las profesaron en el mundo.

—Señor, respondió Sancho, y es buena regla de caballería, que andemos perdidos por estas montañas sin senda ni camino, buscando á un loco, al cual después de hallado quizá le vendrá en voluntad de acabar lo que dejó comenzado, no de su cuento, sino de la cabeza de vuestra merced y de mis costillas, acabándonoslas de romper de todo punto?

—Calla, te digo otra vez, Sancho, dijo don Quijete, porque te hago saber que no solo me trae por