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quería, que era por donde él podía caminar, siempre con imaginación que no podía faltar por aqueIlas malezas alguna estraña aventura. Yendo pues con este pensamiento, vió que por cima de una montañuela que delante de los ojos se le ofrecía, iba saltando un hombre de risco en risco y de mata en mata con estraña ligereza: figurósele que iba desnudo, la barba negra y espesa, los cabellos muchos y rebultados, los pies descalzos, y las piernas sin cosa alguna: los muslos cubrían unos calzones al parecer de terciopelo leonado, mas tan hechos pedazos, que por muchas partes se le descubrían las carnes. Traía la cabeza descubierta, y aunque pasó con la ligereza que se ha dicho, todas estas menudencias miró y notó el caballero de la Triste Figura y aunque lo procuró, no pudo seguille, porque no era dado á la debilidad de Rocinante andar por aquellas asperezas, y más siendo él de suyo pasicorto y flemático. Luego imaginó don Quijote que aquel era el dueño del cojín y de la maleta, y propuso en sí de buscalle aunque supiese andar un año por aquellas montañas, hasta hallarle; y así mandó á Sancho que se apease del asno, y atajase por la una parte de la montaña, que él iría por la otra, y podría ser que topasen con esta diligencia con aquel hombre que con tanta priesa se les había quitado de delante.

—No podré hacer eso, respondió Sancho, porque en apartándome de vuestra merced, luego es conmigo el miedo, que me asalta con mil géneros de sobresaltos y visiones. Y sírvale eso que digo de aviso, para que de aquí adelante no me aparte un dedo de su presencia.

—Así será, dijo el de la Triste Figura, y yo esDON QUIJOTE .—17 TOMO I VOL . 3:5